El colapso de esta ruta, en el kilómetro 17.5 el pasado 2 de agosto, comenzó hace años, sin que las autoridades encargadas detectaran algún problema, refieren.
Desde 2013 había advertencias de pobladores al Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) sobre el alto riesgo de la carretera y especialistas ya habían sugerido que se revisaran las bóvedas en todo le tramo.
Las bóvedas por donde pasa el río Platanitos cedieron finalmente a inicios de agosto de 2023 ante el exceso de lluvia, el crecimiento urbanístico y el denso tránsito vehicular.
Las condiciones hicieron que el afluente llevara más material del que podía pasar a través de las bóvedas y éstas empezaron a trabajar a presión. Árboles y basura, por ejemplo, complican el paso del agua.
“Llevó más caudal porque cada vez hay más área impermeabilizada, más urbanizaciones. Entre más se construye (casas u otras infraestructuras) más agua llega al río y probablemente esas estructuras ya llegaron a su límite”, comenta Fernando Callejas, experto en ingeniería estructural y doctor en geotecnia.
“Probablemente las estructuras – las bóvedas – fueron construidas en los años 1990 y por cómo ha aumentado la cantidad de agua que llega al río, porque se construye más, ha provocado que se deje de infiltrar en el suelo y empieza a irse al río”.
“Entonces crece la cantidad de agua y también hace que el río sea capaz de arrastrar más cosas. El agua llegó y los tubos cuando son de drenaje, nunca deben trabajar a sección completa, o sea, nunca se debe de haber llenado”.
En el caso del 17.5, dice Callejas, “el agua sobrepasó la bóvedas y empezó a erosionar sobre la misma. Entonces no quiere decir que se alcanzó más de la capacidad que se diseñó porque probablemente está fabricado para trabajar a un máximo de 75 por ciento. Y ahí se trabajó a un 120 por ciento. Eso fue lo que ocasionó la erosión sobre las bóvedas”.
“Entró el agua, rompió la junta entre el concreto y la protección de la entrada y empezó a socavar arriba de la bóveda. Fue lavando el material y probablemente cuando fue bajando el agua porque dejó de llover aguas arriba, probablemente desde Villanueva y Amatitlán, y se paró el proceso”, agrega.
Pudo evitarse
Haroldo Dardón y Mauricio Velásquez, especialistas en ingeniería de mantenimiento, forense y de análisis de riesgo en una conversación con Prensa Libre, coincidieron en que un trabajo de prevención, con las herramientas adecuadas en un tiempo tan corto como un año antes, pudo haber identificado las cavernas y con ello prevenir que el subsuelo y el suelo se socavaran.
Dardón, explicó que al menos existen dos sistemas que ayudan a determinar con precisión la existencia de cavernas. El primero, la tomografía eléctrica que utiliza electrodos para determinar, a través una corriente de electricidad, el nivel de resistencia de los suelos. Esta puede explorar a cualquier profundidad y detectar cavernas, socavones y mantos freáticos.
La segunda, el georradar de penetración terrestre y localizador de frecuencia. Con esta tecnología se escanean los suelos horizontal y verticalmente, con el sonido de alta frecuencia que emite se detectan bloqueos, tuberías y áreas donde hay vacíos. A mayor frecuencia del sonido menor profundidad y viceversa.
Este georradar tienen la capacidad de hacer el escaneo a cinco kilómetros por hora. Si el área de trabajo mide 1.80 metros, quiere decir que en una hora pueda revisar nueve mil metros de carretera.
Sin embargo, no solo se trata de tener los equipos, sino de verificar que tengan los comprobantes de calibración válidos y que el personal que lo maniobre esté certificado en la técnica. Estas tecnologías son estadounidenses y si se combinan la certeza de los resultados puede alcanzar el 95%, dijo Dardón.
Los ingenieros coincidieron en que las instituciones en Guatemala no previenen siniestros, sino responden a estos cuando ya han ocurrido y señalan que el nivel de caos y problema que se genera tras un fenómeno natural no tiene que ver con la magnitud de este, sino con la falta de capacidades para administrarlo.
¿Por qué los socavones?
Fernando Callejas lo explica de la siguiente manera: “Empieza la lluvia y ésta incrementa el caudal del río o el afluente. Si el agua es mucha para la sección, empieza a socavar y a hacer trabajar a presión la bóveda, lo cual que genera que se fisure o dañe y comience el proceso de erosión”.
“Este proceso”, añade, “puede ocurrir si la sección de la bóveda queda obstruida por troncos o basura. En el lado de salida de la bóveda este incremento de presión aumenta la velocidad y genera socavación también en la salida”.
“Cualquiera de esta área de socavación pueden hacer fallar la bóveda así como la erosión por sobrepresión dentro de la misma bóveda. Este proceso puede genera una reacción en cadena que termina en el colapso de la bóveda”, puntualiza.
Fernando Callejas es de la opinión que las autoridades deben evaluar constantemente las infraestructuras críticas, más que todo en las carreteras principales del país, en especial la CA9-Sur, por los antecedentes”.
Añade que también se hace necesario evaluar comunidades, casas, propiedades cercanas, a donde existen socavones, que podrían estar en riesgo por el mismo efecto.