Comunitario

Pobreza aleja sueños e ilusión

Desarrollo humano es precario. Prensa Libre visitó a familias que viven con menos de Q30 al día y demuestra las dificultades con que pasan los días.

Una señora y su hija regresan a casa, luego de cortar leña para cocinar, en el caserío Jaguey, Canalitos, zona 24. (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

Una señora y su hija regresan a casa, luego de cortar leña para cocinar, en el caserío Jaguey, Canalitos, zona 24. (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

Desigualdad en la capital

La pobreza se encuentra no solo en la provincia, a escasos 10 kilómetros del casco urbano de la capital, en Canalitos, zona 24, y Santa Lucía Los Ocotes, zona 25, viven familias  en pobreza extrema.

En el cantón Jaguey, Canalitos, vive una familia integrada por ocho personas —cinco niños y tres adultos, una mujer espera a su noveno hijo, tres han fallecido—. Una de las mujeres, quien no quiso dar su nombre, refirió que cocinan con leña y lavan la ropa en el río los Ocotes.

En Santa Lucía Los Ocotes, Bernardino Taqué, de 86 años, y su esposa Lombardina Hernández, 84, viven en una casa de adobe, la cual fue destruida por  el terremoto de 1976.

Para sobrevivir, Taqué cosecha maíz y frijol, granos que utilizan para alimentarse, cocinan con leña y se abastecen de agua en un tanque de la comunidad.

A dos cuadras vive María Celis, quien con Q30 al día tiene que alimentar a sus cinco hijos y su esposo, quien trabaja de agricultor en una finca en Sacatepéquez. Sus hijos mayores no completaron sus estudios por la falta de recursos, por lo que indicó que pierden oportunidades.

“Comemos una vez al día”

En el cantón Chuacamán Primero, Santa Cruz del Quiché, Quiché, vive Juana Osorio López, quien a sus 46 años  lucha contra la pobreza. Ella debe alimentar a cinco hijos y un primo.

Osorio López llega a reunir al mes Q500 con la ayuda de su primo Pedro Tum Osorio. Además, tiene que enfrentar el padecimiento de una úlcera gástrica y la discapacidad de su hija María Magdalena Chic Osorio, 15.

Osorio López, con la venta de chuchitos y lavado de ropa ajena, obtiene hasta Q300 al mes. Mientras que Tum Osorio, por su trabajo de albañil, aporta Q200.

De esa cantidad, Osorio López destina Q400 para la alimentación de siete personas, lo que no le alcanza. Indicó que a veces sólo comen una vez al día.

Viven con Q20 diarios

A 293 kilómetros de la capital, en el valle del Polochic, en El Estor, Izabal, la familia Chub Cuc sobrevive con menos de Q20 diarios, ingresos que deben suplir las necesidades básicas de 8 personas.

En la vivienda, construida con varas de bambú, la familia acomoda, en un mismo ambiente que no supera los 20 metros cuadrados, un comal y una cocina de leña, varios catres construidos con las mismas varas de los muros sobre las cuales colocan sábanas y hojas para hacer más cómodos los descansos.

Carlos Enrique Chub y Luisa Cuc son padres de seis hijos, de entre 2 y 15 años. Ambos padres saben leer y escribir, pero no han podido mantener en el ciclo escolar a sus hijos, por distintas circunstancias, entre ellas la falta de una escuela cercana y la precaria economía familiar.

Sin oportunidades

Jesusa Pérez, a sus 13 años, alimenta a su hermana Trinidad, 4, con frijol y tortilla. En su vivienda se refleja el grado de pobreza que enfrenta la familia a diario. Ella es la encargada del cuidado de sus hermanos, mientras su madre sale en busca de hierbas o leña en la montaña para subsistir.

La niña, quien tiene labores de una mujer adulta, explicó que no hay oportunidades para superarse y que los sueños de tener una carrera profesional están muy alejados de su realidad, porque  terminar un día, para ellos, es un sacrificio.

María Pérez Jiménez, madre de Jesusa, indicó que su situación es más que precaria, pues deben comer lo poco que encuentran. Señaló que cuando hay trabajo reunen entre Q14 y Q25, dinero que utilizan para comprar maíz, frijol o azúcar.

Jesusa es una de las muchas niñas de San Andrés Huista, Jacaltenango, Huehuetenango, que vive en extrema pobreza.

El acceso a una vivienda digna es una alternativa que en esa aldea solo tienen quienes han emigrado a Estados Unidos, el resto se conforma con una covacha construida con palos, láminas o adobe.

La niña dice que no tienen acceso a drenajes, aunque tienen agua entubada, no hay un baño cerca por lo que deben utilizar letrinas, el trabajo en la comunidad es escaso y por eso ella debe colaborar con su madre en el cuidado de sus hermanos.

ARCHIVADO EN: