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Migrantes ven una luz de esperanza después de su deportación; 75 reciben certificación en construcción y cocina

Programa facilita la obtención de certificados que avalan las destrezas aprendidas mientras vivieron en EE. UU. lo que les puede facilitar la obtención de empleo.

Los migrantes recibieron sus certificaciones que los acreditan aptos para desempeñarse en la construcción y cocina, en un acto llevado a cabo en la sede central del Intecap. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

Los migrantes recibieron sus certificaciones que los acreditan aptos para desempeñarse en la construcción y cocina, en un acto llevado a cabo en la sede central del Intecap. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

Con un cúmulo de esperanzas y el anhelo de hacer realidad el “sueño guatemalteco”, 75 migrantes que fueron deportados de EE. UU. recibieron este martes su diploma que los acredita aptos para los oficios de construcción o gastronomía que aprendieron mientras vivieron en ese país y con los cuales ahora quieren ganarse la vida de regreso en su patria.

El proyecto es iniciativa de la Fundación Avina, que mediante el Programa Regional de Migraciones hizo alianzas con el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad (Intecap) y la Fundación Suiza de Cooperación para el Desarrollo Técnico.

Los 75 guatemaltecos que fueron certificados, 62 en construcción y 13 en gastronomía, son parte del plan piloto de inclusión laboral de Avina, cuya implementación tardó cerca de tres años, tiempo en el cual se definieron las especialidades, según las principales aptitudes que aprendieron los guatemaltecos en EE. UU. que fueron recopiladas después en entrevistas que se les hizo cuando regresaron al país.

Cynthia Loría, directora de la Fundación, calificó la certificación entregada de “valiosa” puesto que una vez retornados a Guatemala “no hay forma de dar fe de las competencias adquirieron en EE. UU. los migrantes”.

guatemaltecos han sido deportados desde EE. UU. este año, incluidos, 4 mil 190 mujeres y 799 menores.

Uno de ellos, Miguel Ángel Coc, vivió dos años en California y durante ese tiempo laboró en restaurantes, primero como mesero y luego como cocinero y se especializó en comida italiana. Ahora espera conseguir un empleo donde pueda desenvolverse en lo que sabe y el gusta hacer, aunque su meta en un mediano plazo es fundar un restaurante en su natal Livingston, Izabal.

“Este diploma es un apoyo. Ahora ya tengo un título de lo que uno sabe hacer, porque créame cuando uno llega aquí, viene así en blanco y allá —en EE. UU.— se adquieren experiencias y conocimientos de cosas que uno no pensaba hacer antes”, expuso el migrante que no pasa de los 30 años y que fue acompañado por su esposa e hija.

Miguel Ángel Coc, con su hija y esposa, después de haber recibido su certificación en cocina, ahora sueña con un restaurante en su natal Livingston, Izabal. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

 

Los migrantes se siente felices de estar en Guatemala, como Denny Alejandro Chacón, que afirma que luego de vivir cuatro años y medios en Massachusetts, regresó al país con la ilusión de ver a su hijo que dejó cuando apenas tenía 9 meses.

“Aquí uno está feliz de estar en libertad, en Estados Unidos solo es una palabra porque uno anda en la calle, manejando siempre con miedo y preocupación de que te detengan. Aquí se respira con tranquilidad”, expuso Chacón, que ahora trabaja de taxista y piensa estudiar en la universidad el próximo año.

Cristóbal González Secaida, migrante de Santa Cruz Balanyá, Chimaltenango, quien se especializó en construcción

Este migrante que se especializó en construcción viajó desde Melchor de Mencos, Petén, y agradeció a las instituciones que le dieron la oportunidad de acceder a una certificación de sus conocimientos, algo que no hace el Gobierno, e incluso se sorprendió de que instituciones privadas se preocuparan para “abrirnos puertas”.

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Su madre le enseñó a cocinar

Dentro de los migrantes que recibieron el diploma de certificación destacó Jorge Mario Morales de León, de 47 años, que llegó en muletas y sin una pierna, puesto que la perdió en su último intento por llegar a EE. UU. cuando en México se cayó del tren de carga conocido como “la Bestia” y la locomotora le pasó encima. Por ese accidente estuvo nueve días en coma y 27 en el intensivo en un hospital del vecino país.

Antes, había vivido seis años en Virginia, EE. UU., donde aprendió el oficio que califica como “mi pasión”: la cocina. De hecho, fue chef principal de una cadena de restaurantes de comida japonesa; además, aprendió 100 por ciento a hablar y escribir el inglés.

Jorge Mario Morales vivió seis años en EE. UU. donde aprendió cocina japonesa. En su último intento por llegar al norte perdió una pierna cuando se cayó de la Bestia en México. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)
Morales y su madre Paula de León quien le enseñó a cocinar desde que era pequeño. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

Morales llegó en compañía de su madre, Paula de León, 77, de quien, afirma, “fue mi primera chef y quien me dio mis primeras clases de cocina”.

“Ella me enseñó a hacer tortillas a sazonar la comida y de ella aprendí esta pasión, al punto que hoy en día hasta se me eriza la piel cuando preparo una salsa”, expresa Morales.

Su madre, por su parte, contó que Jorge Mario, es el más pequeño de sus seis hijos, a quienes crio en medio de limitaciones en Malacatán, San Marcos, y el único que decidió un día viajar a EE. UU.

Fotos | Galería: “Sí existe el sueño guatemalteco”

“Desde hace tres años ha sido una lucha de perseverancia no solo por mi recuperación, sino porque aquí en Guatemala fue bastante difícil al inicio porque en los trabajos piden títulos, recomendaciones y eso hace que haya pocas oportunidades. Cuando uno es deportado solo le dan un jugo y luego ‘si te vi no me acuerdo’, eso es triste, hasta que Fundación Avina se dio cuenta de eso y nos apoyó”, concluyó Morales.

Joven con anhelos

Selvin Aldana fue deportado apenas hace un mes después de que vivió cinco años en Atlanta, Georgia, y “no contaba con nada para buscar un trabajo”, pero ahora con la certificación que recibió aspira a que lo tomen en cuenta para algún empleo en la construcción, para colocar pisos, cielos falsos, instalación y mantenimiento de aire acondicionado y pintura, entre otras ocupaciones que aprendió en EE. UU.

Selvin Noé Aldana nació en Zacapa y de 19 años se fue a EE. UU. y regresó hace un mes. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González).

Con 26 años, Aldana ya está de vuelta en su natal Zacapa y espera tener un trabajo para hacer realidad sus sueños, quizás casarse y tener hijos.

Reconoce que por un momento cuando no encontró apoyo en Guatemala se desesperó y frustró y por su mente pasó la idea de regresar a EE. UU., algo que por ahora lo descarta. “Ojalá Dios ponga algo bueno en mi camino para poder quedarme aquí con mi familia”, apunta.

Programa pionero

El programa de inclusión laboral de Avina, cuyo requisito mínimo es haber vividos dos años en EE. UU., es el primero de esa naturaleza que se implementa en el país y que ya da sus resultados.

Los 75 primeros beneficiarios recibieron su certificación luego de un proceso relativamente corto puesto que en dos semanas recibieron una inducción para actualizar sus conocimientos adquiridos en EE. UU. con la realidad guatemalteca y posterior aprobaron un examen práctico.

Loría expuso que el programa podría ampliarse y desde ya piensan en dos nuevas categorías de certificación en las que podrían certificar a los migrantes retornados, una de ellas en el manejo de maquinaria industrial. Además, también se considera ampliar la facultad de extender las certificaciones a las sedes regionales de Intecap.

Denny Alejandro Chacón es de Melchor de Mencos, Petén, y vivió en EE. UU. cuatro años tiempo en el cual se especializó en construcción. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

 

El gerente del Intecap, Arnaldo Alvarado, expuso que el objetivo del programa es lograr la resinserción laboral de los migrantes retornados, y destacó que el diploma entregado servirá para tal fin.

“Este certificado se constituye en un documento que respalda la experiencia que adquirieron de diversas maneras y se es una llave para alguna oportunidad o varias —de empleo—, la apuesta de este proyecto es la reinserción de ustedes en el sistema laboral”, apuntó el funcionario, quien agregó que a raíz de lo exitoso del proyecto se visualiza certificar a más personas en otras especialidades.

Saúl Díaz, codirector de la cooperación Suiza, destacó la importancia de ser competitivos en el mundo laboral, sobre todo hoy en día, cuando el tema de la migración está en auge en muchos países y en nuestros países el mercado laboral está en crisis y no hay suficiente empleo.

“Eso significa que tenemos que buscar alternativas en estos países para generar trabajo digno para todas las personas”, subrayó.

Cristóbal González Secaida, migrante de Santa Cruz Balanyá, Chimaltenango, viajó cuando apenas tenía 14 años, desde entonces aprendió múltiples oficios de los cuales ahora puede dar fe. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)
Miriam Cano carga a su hijo Jared, que muestra el certificado de competencias que le entregó el Intecapo. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)
Eduardo López, quien estuvo en Estados Unidos por 22 años, y su familia luego de recibir el certificado. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

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