Sin embargo, el placer que producen al paladar ha extendido el consumo de los buñuelos a otras épocas del año. En las festividades del mes del Rosario, en octubre, es común encontrar ventas de buñuelos en las calles que rodean la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, pero su época de alta demanda es diciembre, dentro del ciclo navideño.
Prácticamente se han convertido en un plato indispensable durante las ferias patronales. Por ejemplo, en las calles que rodean el Santuario de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre, se encuentran numerosos puestos de venta de alimentos preparados, entre los que destacan sensiblemente los buñuelos.
Como la mayoría de las actividades relacionadas con la fiesta de la Virgen se realizan por la noche, como la serenata, la alborada y la entrada del Rezado, es necesario mantener la cantidad calórica del cuerpo. Y nada mejor que lograrlo con un deleite sensorial.
Más que trigo
Preparados con base en una masa de harina de trigo, que incluye huevos, bicarbonato de soda, anís y agua, los buñuelos deben servirse bañados en miel. La cocina tradicional disponía del tiempo para batir la mezcla a mano, actualmente se hace con batidoras eléctricas que no alteran en nada su sabor.
Deben freírse en abundante cantidad de aceite, escurrirse adecuadamente y mantenerse dorados para que el comensal los sienta crujientes, por esa razón no se les hierve en la miel, porque se ablandarían muy pronto.
Es esa consistencia agradable, almibarada con un grado de dulzura apropiado lo que convierte al plato en un producto de demanda, da las calorías que se necesitan para festejar durante la época y reúne a varias generaciones en una tradición alimenticia que, aunque no es milenaria, es de las más sabrosas de Guatemala.