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Evolución de un Altar

Uno de los tesoros arquitectónicos que resguarda la Catedral Metropolitana es su altar mayor, lugar donde se realizan las máximas celebraciones litúrgicas de la Iglesia Católica.

El primitivo altar mayor de la Catedral días antes de ser destruido en 1917. (Foto: Hemeroteca PL)

El primitivo altar mayor de la Catedral días antes de ser destruido en 1917. (Foto: Hemeroteca PL)

En la sección de Prensa Libre denominada “Imágenes en el Recuerdo” que estuvo a cargo del profesor Armando Moreno, se publicó el 25 de enero de 1972, la histórica foto del primer altar mayor que tuvo el templo catedralicio.

Dicha fotografía fue tomada el miércoles 12 de diciembre de 1917 tan sólo 13 días antes de que fuera destruido por la monumental cúpula que cayó al igual que las torres y parte de la fachada durante los terremotos de diciembre 1917 y enero 1918.

La obra del altar fue ordenada por los herederos del ilustre canónigo Antonio de Larrazábal que dejó estipulada la construcción del mismo, costando la cantidad de 16,252 pesos plata. Fue diseñado por los hermanos guatemaltecos Miguel y Julián Rivera y hecho en París por el marmolista Bex, bajo la dirección de monsieur Flaurent, quien tenía a su cargo los nuevos trabajos de la remodelación de la ciudad de París.

La altura del altar era de 7 varas con 6 pulgadas sin contar la cruz. La instalación del altar fue una osadía para la época, ya que proveniente del Puerto de la Haya, Holanda desembarcó en el Puerto de San José con destino la capital, requiriendo un gran esfuerzo por la delicadeza de los materiales. En 1860 se inicia la instalación del nuevo altar mayor, consagrándose el 23 de julio del mismo año. Este altar como se acotó al inicio se destruyó en 1917 quedando el espacio del altar vacío durante casi 50 años.

Un nuevo altar

En 1958 Monseñor Mariano Rossel y Arellano encomienda al maestro Julio Urruela el diseño del nuevo altar mayor. Su ejecución se encargó a México realizándolo A. Bozano y A. Ponzanelli. El nuevo altar fue elaborado en mármol, ónix y bronce, cuyo conjunto incluye un baldaquino sobre el altar, barandilla abalaustrada y piso de mármol en el presbiterio.

La bendición del altar se tenía programada para el 10 de diciembre de 1964, pero por la repentina muerte de Monseñor Rosell se pospuso la bendición para el 30 de octubre de 1966, fiesta de Cristo Rey. Prensa Libre recogió en su edición del 31 de octubre la descripción de la solemne ceremonia de bendición.

A las 9 de la mañana monseñor Mario Casariego y Acevedo procedió a bendecir los trabajos de embellecimiento del presbiterio de la Catedral. Primero bendijo el trono episcopal de mármol y ónix, con adornos en bronce; el presbiterio todo de mármol con puertas de bronce; el coro bajo de los canónigos, atrás del altar mayor con asientos individuales de madera tallada; los murales al fondo del presbiterio; la tumba del anterior arzobispo, la pintura y vidrios de la cúpula, las 13 lámparas de cristal veneciano y el facistol de madera con incrustaciones de concha nácar.

El rito de la bendición del altar es muy particular ya que se rocía con agua “gregoriana” que consta de agua, sal, vino y ceniza trazando cinco cruces en el centro y en los cuatro ángulos del altar y en el que se coloca la reliquia de un santo. En total los gastos fueron calculados en Q150,000.

En el ábside fueron colocados tres murales al óleo pintados por el artista Humberto Garavito. Uno lo obsequió el artista y los otros dos tuvieron un costo de Q5,000. El mural del centro representaba la Asunción de la Virgen, el de la derecha la promulgación del dogma de la Inmaculada Concepción y el de la izquierda representaba la primera misa que se ofició en el Valle de Panchoy con la Virgen del Socorro. Tristemente estos murales se perdieron durante el Terremoto de San Gilberto el 4 de febrero de 1976.

En la ceremonia de bendición se contó con la presencia del presidente de la República, licenciado Julio César Méndez Montenegro y su esposa Sara de la Hoz de Méndez; la esposa del vicepresidente Clemente Marroquín Rojas, Carmen Milla de Marroquín; miembros de la Nunciatura Apostólica, Ministros de Estado, miembros del cuerpo diplomático, autoridades civiles y el pueblo católico que en masa asistió a los fastos.

Con información de catedralbicentenaria.org

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