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En este lugar, situado a unos cientos de metros de la embajada de Estados Unidos, se hallaron más de 120 ánforas rotas de cerámica estampadas con el sello “Al rey” en hebreo.
Estas datan del reino de Judá, fundado en 940 a.C. y que desapareció con la toma de Jerusalén por el rey babilonio Nabucodonosor en 586 a.C..
El AIA considera este descubrimiento como “una de los más grandes e importantes colecciones de impresiones con sellos encontradas en Israel”.
Otras tienen los nombres en hebreo de personas que fueron probablemente figuras del antiguo reino, responsables o personas claves para le economía, explican Neria Sapir, director de excavaciones del AIA.
Las ánforas, que probablemente servían como recipientes para aceite de oliva y vino, fueron recolectadas entre la población en nombre del reino de Judá como forma de impuestos.
La envergadura de los vestigios y su proximidad a la antigua Jerusalén, combinado con el número y el tipo de sellos encontrados, llevó a la AIA a concluir que el sitio era un centro de recaudación de impuestos.
Después de ser recaudados, los recipientes eran entregados en parte a los dirigentes del imperio asirio, del que formaba parte el reino de Judá.
Otros de los frascos pudieron ser reunidos por los habitantes del reino israelí para su revuelta contra el imperio, alrededor de 701 a.C., y que fracasó, según Sapir.
Para los arqueólogos encargados de la excavación, todo esto indica que el lugar fue un centro neurálgico de Jerusalén hace 27 siglos.
Pero los arqueólogos aún se preguntan por qué se estableció este lugar en una zona empinada y rocosa, siendo así una superficie en la que debía ser difícil trabajar.
Sapir admite que es un misterio y espera encontrar la respuesta con la continuación de los trabajos.