Estados Unidos ordenó la clausura, antes del fin del sábado, del consulado ruso de San Francisco y de las misiones comerciales en Washington y Nueva York en nombre de la “paridad”, pero Moscú lamentó rápidamente una “escalada” de las tensiones “iniciada” por Washington.
“Toda esta historia fue lanzada por la administración Obama para perjudicar las relaciones rusoestadounidenses y no permitir que Trump las sacara del atolladero”, consideró.
Según Lavrov, el Congreso y la clase dirigente estadounidense “intentan atar de pies y manos [a la administración Trump], inventar, digamos, una injerencia rusa, un vínculo entre él y Rusia, entre su familia y Rusia”. “No hay ni un solo hecho” que atestigüe estas acusaciones, aseguró.
La medida de Estados Unidos responde a la drástica reducción de 755 diplomáticos y empleados, rusos o estadounidenses, en Rusia, ordenada a finales de julio por Vladimir Putin en reacción a las nuevas sanciones económicas aprobadas por Washington.
La presencia diplomática estadounidense quedó limitada a 455 personas, las mismas que trabajan en la representación rusa en Estados Unidos.
El departamento de Estado aseguró este jueves que la reducción se había “ejecutado totalmente”. Por otro lado, la concesión de visados para Estados Unidos en Rusia, suspendida a raíz de estas restricciones, se retomará próximamente, aunque de forma limitada.
A principios de agosto, Estados Unidos tuvo que dejar de utilizar dos edificios diplomáticos situados en la periferia de la capital rusa después de que el Kremlin les retirara el permiso de uso.
“Compromiso”
Pese a que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero hizo augurar una mejora de las relaciones entre ambas potencias rivales, estas no han dejado de empeorar, con las acusaciones contra Rusia de haber interferido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016 y las sospechas de colusión entre el equipo de campaña del multimillonario republicano y Moscú como telón de fondo.
El secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson habló por teléfono este jueves con su homólogo ruso, Serguei Lavrov, y ambos se reunirán en septiembre, probablemente al margen de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
“No buscamos enfadarnos con Estados Unidos […] y queremos, verdaderamente, que el clima político vuelva a la normalidad”, declaró Lavrov el viernes. “Pero para un tango, hacen falta dos, y nuestro socio se ha lanzado, sin cesar, a un break dance en solitario”, ironizó.
Con todo, Lavrov prometió el viernes que buscaría “acercamientos basados en el respeto mutuo” y que encontraría un “compromiso” con Washington.
Todo parece indicar que las relaciones entre Moscú y Washington están a un nivel todavía más bajo que en la época de la presidencia de Barack Obama, quien expulsó a 35 diplomáticos rusos y a sus familias a finales de 2016 pero sin provocar ninguna represalia por parte del Kremlin.
Ante esta nueva situación, Moscú nombró un nuevo embajador en Washington, Anatoli Antonov, conocido por ser partidario de una línea dura y por mostrar una profunda desconfianza hacia sus interlocutores estadounidenses.
Antonov juzgó esta semana que “la pelota está en el tejado de Washington” si se quiere restablecer la confianza.