EDITORIAL
Azote criminal sobre Centroamérica
El dinero sucio contamina la economía y las democracias de la mayoría de los países del continente americano, y sobre ello no existen cifras fidedignas porque nadie conoce el volumen real de lo que el narcotráfico mueve desde Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia hasta el corazón de Estados Unidos, territorio desde el cual se origina la incontenible demanda.
Solo en los últimos tres días se han dado sucesos espectaculares que hacen vislumbrar la gravedad de la situación. Entre sábado y lunes las autoridades guatemaltecas decomisaron varias toneladas de cocaína en aguas del Pacífico, y se estima que los cargamentos incautados podrían sobrepasar más de 500 millones de quetzales.
Uno de los primeros hechos llamativos es el voluminoso cargamento de drogas que está pasando por Guatemala, pues los mismos reportes de organismos estadounidenses cifran en uno por ciento la cantidad incautada por las autoridades guatemaltecas. En un rápido recuento de los últimos acontecimientos se puede constatar que hay decomisos pero muy pocas capturas.
Para comprender la magnitud del problema es oportuno recuperar parte de los testimonios escuchados en Estados Unidos en el juicio que se sigue a Joaquín el Chapo Guzmán, en uno de los cuales se narra que en una sola negociación buscaba comprar seis toneladas de droga.
Por otro lado, ayer fue detenido en Quiché el presunto narcotraficante Orlando Pinto Espino, a quien las autoridades vinculan con el cartel de los hermanos Valle Valle, de Honduras. Las autoridades de este país lo identifican con el alias de el Rey del Norte, y fiscales guatemaltecos analizan el caso, pues se le encontraron documentos de identidad extendidos por el Registro Nacional de las Personas de Guatemala (Renap).
Además, las autoridades del país lo identifican como un pastor evangélico dedicado a dirigir una red de narcotráfico relacionada con el trasiego de estupefacientes hondureño.
Una de las facetas preocupantes de este tipo de denuncias, que no son nuevas y deben confirmarse, es que recursos del narcotráfico pudieron haber corrompido a empleados y altos mandos del Renap, lo cual se sumaría a los vergonzosos procesos que ahora se ventilan en los tribunales de justicia y podrían evidenciar que el crimen organizado sigue infiltrado en importantes entidades.
Lo ocurrido plantea el doble problema de combatir no solo las redes del crimen, sino también a las estructuras mafiosas incrustadas en dependencias del Estado, desde las cuales se procede con total impunidad en favor del crimen transnacional.
En apenas tres hechos ocurridos durante el fin de semana se puede valorar la grave amenaza que representa la más rentable de las actividades económicas ilícitas en el continente y cómo sus tentáculos han penetrado importantes instituciones en la región.
Centroamérica es una de las áreas más vulnerables ante una demanda creciente de estupefacientes, y si las autoridades estadounidenses son incapaces o no hacen lo suficiente para frenar el ingreso de droga en su territorio, será mucho más difícil que Estados fallidos puedan detener ese flujo.