CATALEJO
Cicig y MP: del enemigo el consejo
La actual andanada dirigida a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y el Ministerio Público (MP), causante de tantas interpretaciones, apoyos y rechazos, me hizo recordar un viejo adagio del idioma español: “Del enemigo, el consejo”. Aparentemente, es contradictorio o no tiene lógica, pero cuando se analiza un poco, esta surge con facilidad. Es otra forma de convertir a las críticas y ataques lanzados contra alguien o contra una institución, en señalamientos de todo aquello necesario de hacer para convertirlos en frases sin efecto. Necesita, eso sí, de aceptar la existencia de hechos equivocados o al menos causantes de dudas y de críticas. Quien es criticado por su lenguaje soez, por ejemplo, al quitarlo de su léxico elimina la razón para el ataque o la descalificación.
Las principales bases de los ataques son los señalamientos expresados por algunos grupos de personas, a cuyo criterio existe falta de imparcialidad en cuanto a las personas relacionadas con los casos investigados. Otra, desbordar los límites de su tarea oficialmente señalada. La Tercera es su relación con grupos sociales con agendas específicas no necesariamente beneficiosas para el país. Por supuesto, no se debe olvidar la integración de los cuatro grupos existentes de ciudadanos al respecto de la presencia y de las acciones, así como de las personas a cuyo cargo se encuentra el manejo y las decisiones tanto del MP como de la Cicig. Son cuatro: dos de ellos aceptan o rechazan por sistema lo expresado o decidido. El tercero, menor, a mi juicio, es el de los desinteresados.
Pero el grupo de mayor importancia lo constituye el de las personas para quienes la Cicig es una vergüenza necesaria y, sobre todo útil, y el MP debe ser una institución cuya característica más importante es la medición a todos los ciudadanos con la misma vara. Entonces, cuando los cañonazos vienen como resultado del convencimiento de una desviación de la rectitud de sus acciones y de sus decisiones, el silencio no puede ser la respuesta porque tal actitud proviene sobre todo de personas cuyo criterio ha sido favorable. Un ejemplo, la conferencia para columnistas preparada hace algunos meses en la sede de esa entidad para permitirle al señor Alexander Aizenstatd, interventor de CTQ, explicar sus criterios para lograr la solución al complicado asunto.
En el caso de la jefa del Ministerio Público, Thelma Aldana, el asunto es especial. La semana pasada circuló en las redes sociales una foto sin fecha señalada, en la cual aparece ella sentada al lado de la plana mayor del llamado Movimiento Semilla, con algunos funcionarios actuales, así como personas identificadas como de pensamiento de izquierda dentro del espectro político. Por cierto, entre ellos está el interventor de la TCQ, así como un par de personas cuya mejor definición debe ser la de estar allí sin tener plena conciencia de haber sido agregados en un grupo cuya meta ya anunciada es la de convertirse en un partido político, para lo cual andan haciendo llamados para lograr adhesiones en el país.
En ambos casos se puede aplicar el adagio mencionado en este artículo. Tanto la Cicig como el MP deben explicar los motivos por los cuales las dos acciones mencionadas caben dentro de su área de acción. La credibilidad de la institución se romperá por descuidos imperdonables, entre otros no entender lo indefendible de otorgar el crucial tema de la aprobación de las necesarias reformas constitucionales a un Congreso como el actual, rebosante de una mayoría de personas cuya definición más clara es la de impresentables, por decir lo mínimo. Con el acatamiento de los consejos tácitos otorgados por los críticos, bien o mal intencionados, el resultado más valioso será mantener, y tal vez aumentar, el número de personas para quienes las tareas de ambas entidades son imprescindibles.