IDEAS

A la fuerza, ni el etanol es bueno

Esta semana se anunció la posibilidad de aprobar una ley que obligue a usar una mezcla del 10 por ciento de Etanol en la gasolina, bajo el argumento de que es bueno para el medio ambiente. Considero que para que las políticas “ambientales” sean sostenibles en el tiempo, deben ser voluntarias y económicamente viables. Impuestas a la fuerza solo generan molestias y sospechas sobre quién se está beneficiando con la imposición.

' Se debe comercializar libremente cualquier combustible, y que los productores convenzan a los consumidores sobre las bondades de su producto.

Jorge Jacobs

El etanol se vuelve competitivo con la gasolina cuando el precio del barril del petróleo sobrepasa la franja de entre USD70 y USD80. Ello implica que, al precio actual de entre USD100 y USD110 por barril, el etanol es muy competitivo con relación a la gasolina, por lo que se vuelve más económico para los consumidores utilizar gasolina mezclada con etanol que gasolina pura.

En Brasil se manifiesta muy bien ese efecto, debido a que, desde hace más de una década, la mayoría de los vehículos en ese país tienen un motor “flexible” que trabaja con cualquier combinación de gasolina y etanol. En las gasolineras tienen una bomba con etanol puro y el efecto que se ha visto es que, cuando la gasolina está más cara que el etanol, la mayor parte de gente utiliza esta bomba, con lo que se da un efecto “de mercado” por encima del mandato del uso de gasolina mezclada con el 27 por ciento de etanol. Este efecto demuestra lo obvio: si el precio es correcto —es decir, más bajo— la mayoría de los usuarios preferiría utilizar etanol que gasolina.

Entre las consecuencias “no intencionadas” del mandato gubernamental de poner etanol en el combustible, está el encarecimiento de los alimentos que compiten por los insumos utilizados para producir el etanol. Nuevamente, en Brasil también se nota ese efecto —aunque realmente tiene implicaciones globales—, ya que más o menos la mitad de la caña producida se utiliza para producir azúcar y la otra mitad para producir etanol. Ese balance oscila entre el 40 por ciento y el 60 por ciento dependiendo, principalmente, del precio del petróleo. Cuando el precio del petróleo sube, la gente en Brasil consume más etanol —como expliqué arriba— y entonces un mayor porcentaje de la caña se destina a la producción de etanol y, por consiguiente, un menor porcentaje de caña se destina a la producción de azúcar; y viceversa.

Dada esta característica del mercado del etanol en Brasil, se puede argumentar que el reciente incremento en el precio del azúcar a nivel global es consecuencia directa del aumento en el precio del petróleo. Esto porque Brasil exporta aproximadamente el 50 por ciento del azúcar que se importa en el mundo, pero cuando la producción de azúcar en Brasil baja porque es más rentable utilizar la caña para producir etanol, hay menos oferta de azúcar a nivel global y, por consiguiente, su precio internacional tiende a subir. Ese es el efecto que se ha visto en los últimos meses.

No es correcto que el gobierno quiera obligar a los guatemaltecos a utilizar un producto específico, indistintamente de que se argumente que es para “mejorar el medio ambiente”. La vía correcta debe ser simplemente que el gobierno permita que se comercialice libremente en el país cualquier combustible, y que sean los productores quienes traten de convencer a los consumidores sobre las bondades de su producto, sea porque es más eficiente, más barato, menos contaminante o cualquier otra característica que los distinga de la competencia.

El reemplazo de los combustibles fósiles por energías que generen menos contaminación se debe dar como un paso natural conforme estas se van haciendo más competitivas con el desarrollo de nuevas tecnologías, no porque se le obligue a los ciudadanos a pagar más por ellas.

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).

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