Mirador
Carta a un presidente mal asesorado
Un presidente electo deja de tener valor al día siguiente de su toma de posesión, porque los buitres comienzan a pensar en las siguientes elecciones.
He dicho públicamente varias veces que el presidente Arévalo me parece una persona decente, equilibrada, correcta. No tengo duda de lo contrario, y por eso lo expreso libremente. Sin embargo, a casi cien días de gobierno, es necesario plantear algunas críticas, porque en la medida que fracase, el país se hundirá más.
¿Quiénes le asesoran, presidente?, porque no se pueden cometer tantos errores en tan poco tiempo. Debe pensar muy seriamente en cambiar inmediatamente a aquellos que han propuesto o tomado determinadas decisiones que usted ha avalado con acción o silencio. Comencemos por las contrataciones a dedo de personas afines al partido o hijos de políticos de Semilla. No es de recibo sostener que “son personas de confianza”; ese es el argumento que blandieron otros a quienes se tacha de corruptos. Respecto de su fotógrafo, permítame recordarle que usted cobra un salario altísimo —pendiente de reducirlo— y lo prudente sería pagarlo de su bolsillo. De nada sirve que los ministerios persigan plazas fantasma y puestos de favores otorgados por anteriores gobiernos, si consiente que se actúe de igual forma. ¡Dejemos ya las justificaciones!
Tampoco fue muy acertada su conducta con la exministra de Ambiente. Su vicepresidenta le echó un pulso mediático y lo ganó, y evidenció que no habló con ella a la hora de tomar la decisión inicial. Lo mismo ocurrió dos días después con el pleito del cese/no cese del gobernador del Quiché y lo propio con el de Guatemala, con quien ni siquiera se había reunido antes de nombrarlo, según él mismo explicó ¿Reflejan seriedad esas decisiones, publicarlas en redes y desmentirlas a los pocos minutos?
¿Quiénes le asesoran, presidente?
Debe pensar muy seriamente en cambiar inmediatamente a aquellos que han propuesto o tomado determinadas decisiones que usted ha avalado con su acción o silencio.
Respecto de la confrontación con el MP, está en su derecho y es legítima; sin embargo, creo que no ha sabido planificar la batalla de desgaste adecuada y puede terminar perdiendo la guerra. A diferencia de cómo parece ser usted, está rodeado de personas más intensas y con diferente grado de inteligencia emocional que quizá pretenden ocupar puestos de poder a futuro, ambición que usted parece no profesar, aunque paradójicamente sea quien lo ejerza. Un presidente electo deja de tener valor al día siguiente de su toma de posesión porque los buitres comienzan a pensar en las siguientes elecciones —no solamente presidenciales— y cabildean posibles puestos de su interés. Presidente, esta no es una sociedad mayormente ética —elemento que hay que considerar permanentemente— y usted importa poco comparado con las ansias de poder de muchos que están dentro y fuera de su órbita.
Puede aceptar o ignorar los consejos, es la grandeza del poder y de la libertad, pero me animaría a sugerirle que diseñe una estrategia de reorientación. Su discurso de los 100 días debe ser un punto de partida, no una evaluación de lo hecho, esa ya la hizo la ciudadanía, y creo que ha leído —como hago yo— las críticas a su gestión de propios y extraños.
Haga algo que marque el inicio de un segundo momento a aquel otro del 14 de enero, aunque cueste sacrificios; nadie dijo que estar ahí fuese fácil. Despréndase de las anclas que le arrastran al fondo del océano y de las ataduras que le dificultan decisiones racionales y sensatas. Deje de utilizar las redes para comunicar cosas importantes, ponga la cara y déjese ver, pero, especialmente, no haga —más bien deshaga— cosas que siempre se hicieron para quedar bien con otros.
Sea usted mismo, con sus virtudes y defectos —no incorpore los de otros—, porque así lo eligieron.
Éxitos, y siempre pendiente de los que nos cuente la última semana de abril.