Liberal sin neo

Derribar el sistema sin saber qué viene

Universidades han sido capturadas por ideologías exóticas de moda.

Es fuerte el contraste entre los millones de migrantes intentando ingresar a EE. UU., con las protestas violentas que se llevan a cabo en sus universidades. Millones de personas de Latinoamérica, el Caribe, Asia, Medio Oriente y África arriesgan y abandonan todo para llegar a EE. UU. en búsqueda de una vida mejor, al mismo tiempo que profesores e intelectuales “progresistas” de las universidades enseñan a sus estudiantes a detestar su propio país y rechazar los valores que lo han construido. Las sociedades más libres y prósperas atraen a los desposeídos; sus intelectuales pregonan el odio a su propia sociedad y promueven el conflicto.

La academia estadounidense ya no exalta su historia y valores; al contrario, los detesta.

Desde principios de abril ha crecido la intensidad de manifestaciones y protestas de estudiantes encapuchados en universidades en EE. UU., que han tomado edificios e instalaciones y confrontan a las autoridades, en apoyo a Hamás, con cantos de “muerte a EE. UU.”, “muerte a Israel” y llamados para “liberar al mundo del colonialismo y la supremacía blanca”. Interrumpen actividades académicas y hostigan a estudiantes judíos. Apologistas de estas protestas vandálicas pretenden enmarcarlas en el espontáneo idealismo romántico que caracteriza a la juventud estudiantil. Nada más lejos de la verdad; si algo demuestran estas turbas es un alto nivel de planeación, preparación, organización, coordinación y recursos. Son rebaños de cocos lavados, conducidos.

La Universidad de Columbia, en Nueva York, es uno de los centros de estudios superiores de mayor prestigio; estudiantes pagan cerca de US$80 mil al año por su “educación”. Fue precisamente en ese campus que se dio una de las primeras manifestaciones intensas, modelo y ejemplo para otras que han seguido. De los detenidos por actos vandálicos y agresión a las autoridades, cerca de la mitad ni siquiera son estudiantes de la universidad. En la Universidad George Washington, organizaciones de derechos gay, transexuales y feministas se unen a las turbas enmascaradas, prenden fuego a la bandera estadounidense e izan la bandera palestina. No caen en cuenta de que sus causas y su preciada libertad de expresión no es tolerada en Palestina o el mundo islámico en general.

Las turbas estudiantiles representan problemas más complejos que el conflicto entre Israel y Hamás. Tiene que ver con ideología, retórica y especialmente el papel de las universidades en la sociedad. Desgraciadamente, muchas universidades son capturadas por élites intelectuales y burocracias que creen que su misión es indoctrinar a los estudiantes para que sean fuerzas de choque, milicias en “la lucha” para “derribar el sistema”; realizar los fantasiosos idearios de los maestros.

En pasadas décadas, los claustros de muchas universidades han sido capturados por ideologías exóticas de moda, principalmente posmodernismo, poscolonialismo e interseccionalidad.  Lo que tienen en común estas ideologías es una cosmología de lucha de identidades, el conflicto entre oprimidos y opresores, explotados y explotadores, víctimas y victimarios; inculcan resentimiento y hostilidad. La sociedad es injusta, sus instituciones son ilegítimas, el papel de las universidades es identificar clases de oprimidos, despertar su conciencia y movilizar milicias para la lucha.

Es así como la academia estadounidense ya no exalta su historia y valores; al contrario, los detesta y denuncia. Infecta a la juventud para librar su lucha; derrumbar el sistema, sin saber que surgirá de las ruinas, más allá de un vago paraíso inexistente. Siembra el odio de lo que tiene mientras exalta aquello de lo que tantos huyen. Caos finamente orquestado.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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