CATALEJO

El problema de los lenguajes técnicos

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Si un científico dice “el niño necesita un cuarto de litro de líquido lactógeno de cuadrúpedo doméstico”, muy pocas personas entenderán ni se interesarán en hacerlo, pero si expresa “el niño necesita un vaso de leche de vaca”, todos entendemos. Si un físico afirma: “el futbolista lanzó la pelota y entró el gol porque pateó con una figura de parábola”, muchos nos quedamos en la luna. En el campo de la explicación de terminología del Derecho puede suceder algo similar, así como en la medicina, la filosofía, las matemáticas, etcétera. En política, la definición filosófica la señala como a) la doctrina del derecho y de la moral; b) la teoría del Estado; c) el arte o la ciencia de gobernar; y d) el estudio de los comportamientos subjetivos, es decir aquello perteneciente al sujeto.

La complejidad de los problemas nacionales obliga a dirigirse a varias ciencias en busca de explicaciones y guías para lograr la comprensión, causas y soluciones. No sólo es la ley. También encaja la Filosofía, por lo cual Platón basa las cualidades del gobernante con base en esta, ciencia de las ciencias humanísticas, predecesora del derecho, cuyo fundamento filosófico parece estar siendo olvidada desde hace siglos. Es fundamental y no tiene lógica estar en contra de la opinión en base a la experiencia profesional de los abogados, pero para no ser contraproducente, y despertar el interés de la población, debe adaptarse a un hecho: estas explicaciones no tienen como meta a otros abogados, sino al ciudadano común y corriente, pero interesado.

En el Derecho, para lograr la comprensión de la generalidad ciudadana, el lenguaje técnico debe reducirse y se manifiesta, entre otras cosas, en la explicación de las bases éticas de las decisiones jurídicas. Detalles como el texto de un artículo legal, son casi siempre innecesarios. Lo importante no es, necesariamente, el número del artículo, sino su contenido y cómo se aplican en la vida tanto de las instituciones como de las personas. Otro factor básico es entender las razones y la lógica de las normas. Un simple ejemplo es la ley de tránsito, cuyo fin es evitar la ocurrencia de accidentes, sobre todo mortales. La libertad de conducir un vehículo se debe enmarcar dentro del beneficio colectivo de hacerlo responsablemente. Y una ley es la justificada regulación de una libertad.

En un país como el nuestro, al borde de un maremágnum social, económico, institucional, político —talvez ya iniciado y ahora sólo afianzándose— adquiere importancia fundamental el lenguaje, es decir la facultad humana de expresión y de comunicación con los demás. Este proceso se complica porque incluye el habla, consistente en el acto individual del ejercicio del lenguaje. Los técnicos, al utilizar el habla propia de su actividad se arriesgan a no hacerse entender o, peor aún, de dar un mensaje equivocado. Entender esto es importantísimo debido a las características tan riesgosas de la situación del país, para ajuste de penas dividido por razones étnicas, ideológicas, etc, e inmerso en acciones cuyo fundamento solo se puede encontrar en un deseo de venganza.

' En este momento se debe hablar con claridad, con afirmaciones, no con expresiones de una mal entendida y falsa “diplomacia”.

Mario Antonio Sandoval

Para facilitar la comprensión, es necesario hablar directo. No “podría ser”, sino “será”. No “parece ser”, sino “es”. Los “dependes” “talvez”, necesitan ser guardados, porque introducen duda, y esta desaparece cuando se envuelve en la opinión, el derecho de expresión. Así se ayuda a la comprensión de la generalidad de personas, quienes pueden aceptarla, rechazarla o aceptarla parcialmente. A causa de la necesidad de criterios claros, y las expresiones a su vez requieren meditación. La tarea es muy difícil en estos tiempos de la comunicación instantánea por las peligrosísimas redes sociales. Quien logre entender el riesgo, habrá dado un paso adelante. Pero para esto es necesario primero tratar de ver la realidad en forma panorámica.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.