Catalejo

Importantes victorias de todos los presidentes

El Ejecutivo, como lo dice su nombre, tiene la posibilidad de decidir y no debe sentir temor de hacer uso de la ley.

En los países democráticos, regímenes presidencialistas, el jefe del Ejecutivo no es un rey, pero sí debe tener suficiente poder como para salir airoso de sus sugerencias, Es el caso del Bukele, quien al tener dominio del Congreso, la Corte Suprema y la presidencia, se convierte de hecho en un monarca, lo cual tarde o temprano provoca su conversión en un monarca absoluto, y de hecho puede decir como Luis XIV: “El Estado soy yo”. Los gobiernos donde esto no ocurre obliga a la negociación, y esta fracasa cuando los partidos políticos de la oposición, a veces señalados como de oposición al pueblo, se dedican a estar en contra de cualquier propuesta del gobierno, y la arrollan.

El presidente debe pelear batallas donde considere salir airoso, para mantener una estatura política. Cuando no lo logra, se vuelve necesariamente una derrota y reduce su fuerza. Por ello solo debe someterse a batallas cuando tenga razonables motivos para vencer, ni para ser derrotado porque no actuó con astucia y sobre todo conocimiento previo de sus planes. En este momento, Bernardo Arévalo debe salir triunfante en la batalla de las gobernaciones, porque esos funcionarios, según la Constitución, son los representantes del presidente en el departamento. Si son electos, no nombrados por el Ejecutivo, pueden llegar adversarios políticos con malas intenciones. Pero Arévalo puede nombrarlos interinamente y es curioso saber por qué no lo ha hecho.

Ese nombramiento está en la Constitución, debe enmendarse, pues no tiene valor alguno el cambio de agregar a cierta sociedad civil, organizado por la UNE, de Sandra Torres, con el fin de beneficiar a sus adláteres y a ella, y por ello el cambio realizado por el partido UNE —y todos sabemos quién manda allí—. Toda decisión del Congreso, la Corte Suprema, el Ministerio Público, la misma presidencia, no vale nada por no haber nacido a la vida legal del país. Así de simple. Ningún ciudadano, mucho menos el presidente, tiene autorización para violar las leyes. Cuando lo hace y no tiene castigo, se evidencia la integración de una dictadura, como fueron las de Morales y Giammattei, quienes por ello se aferraron al poder por la vía de acciones, como mínimo absurdas.

Ningún ciudadano, mucho menos el presidente, tiene autorización para violar las leyes.



Debe mejorar su comunicación con los alcaldes, pues su inclinación para el manejo de Anam (Asociación Nacional de Alcaldes Municipales) no le rendirá buenos frutos porque su reciente electo presidente tiene intereses distintos a la buena gobernanza y desde ya empezará a mostrar su preferencia por la línea contraria a Bernardo Arévalo. Una de las maneras más efectivas será que visite cada uno de los departamentos para enterarse de primera mano de cuáles son las carencias, sueños o esperanzas de los pobladores, esperanzados en recibir apoyo del gobernante en su búsqueda de mejores destinos para el país y para los guatemaltecos cuyos votos lo favorecieron a él, no al partido Semilla, porque estas entidades no son vistas con buenos ojos por la ciudadanía.

Este mes vence la negociación del pacto colectivo del magisterio con un líder nefasto. Muchos adversarios políticos lo ven como una oportunidad de generar conflictos como marchas, protestas y vandalismo para dejar al gobierno expuesto como un barco sin rumbo y les sea más fácil. La meta es negociar con los mismos de siempre. La batalla más grande de Arévalo será la elección de cortes de justicia, y entonces se necesita perspicacia, carácter y sobre todo manejo político porque no basta invitar a observadores internacionales, sino transparentar el proceso desde la convocatoria por las Comisiones de Postulación. Son un secreto las universidades de cartón para lograr calificaciones de los participantes perteneciente al lado oscuro.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.