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¿La clave para impulsar la productividad en América Latina? Más y mejor inversión

Hay acciones clave que podemos tomar de los éxitos de países como China o India, pero necesitamos un entorno empresarial atractivo.

América Latina no tuvo el crecimiento de productividad esperado en los últimos 25 años, a diferencia de otras regiones, que muestran resultados notables (tan solo en India y China, la mediana se multiplicó por seis y más de mil millones de personas escaparon de la pobreza). A pesar de este trago amargo, la solución está ya sobre la mesa: para revertirlo e impulsar una ola de crecimiento en América Latina se necesita más inversión, con una mejor planeación. Esto lograría un 80% de crecimiento general de la productividad por trabajador.

La poca la inversión es la principal razón por la que la región quedó rezagada respecto de economías emergentes exitosas.

En su nuevo informe Investing in productivity growth, el McKinsey Global Institute (MGI) explora el desempeño de la productividad en 125 economías durante los últimos 25 años y, en particular, su estancamiento —desde la crisis financiera mundial alrededor de 2008 ha habido una desaceleración casi universal—. ¿Qué otras lecciones encontramos? América Latina: se empezó bien, pero no fue suficiente.

Primero, un poco de contexto. El crecimiento de la productividad significa sacar más provecho de nuestro trabajo y del trabajo de nuestro equipo, así como de nuestras inversiones. Es especialmente necesario ahora que el mundo enfrenta los numerosos desafíos de una nueva era geoeconómica. El crecimiento de la productividad es el mejor antídoto contra la inflación de los precios de los activos de las últimas dos décadas, que ha creado alrededor de 160 billones (trillion en inglés) de dólares en “riqueza en papel” y cantidades aún mayores de nueva deuda.

Volvamos a América Latina: hace un cuarto de siglo, el nivel de productividad de la región estaba muy por encima de otras zonas emergentes, tales como China, India, Europa del Este, África Subsahariana, entre otras. Hoy en día se puede afirmar que se ubica muy por debajo de las regiones mencionadas.

La región tuvo el crecimiento de productividad más bajo entre las economías emergentes, incluso más bajo que el de la mayoría de las avanzadas, como lo es América del Norte o Asia avanzada —solo se encuentra por encima de Europa Occidental—. Habíamos empezado bien: nuestro crecimiento aumentó, como ocurrió en la mayoría de las regiones emergentes, alrededor del 2% en el período 2002-2007, pero luego volvió a caer. En otras palabras, América Latina apenas se movió en 25 años, mientras que la mayoría de las regiones mostraron avances significativos.

El MGI afirma que la poca  inversión es la principal razón por la cual la región quedó rezagada respecto de economías emergentes exitosas. Las economías latinoamericanas perdieron empleo manufacturero sustancial a pesar del bajo crecimiento de la productividad del sector. En parte, se debe a nuestra persistente dependencia de las exportaciones de materias primas (es la región que mayor participación de exportaciones totales de commodities tiene en el mundo).

Una primera guía para un crecimiento inclusivo y sostenible. Hay acciones clave que podemos tomar de los éxitos de países como China o India, pero necesitamos un entorno empresarial atractivo y líderes interesados en esto: impulsar la inversión de capital hacia una urbanización efectiva, hacia un aumento del tamaño y la productividad de los sectores de servicios y construcción, hacia la sofisticación e interconexión global de la fabricación.

Por el contrario, es menos probable que las soluciones planteadas habitualmente, como la relocalización del sector manufacturero y el intento de influir en la combinación de sectores, aceleren nuevamente el crecimiento de la productividad. Es una fórmula muy gastada en América Latina que no ha tenido los resultados deseados. Hay que cambiar el guion a golpe de timón.

Esto que nos propone el MGI puede funcionar como una primera guía.  Más allá de la inversión y la tecnología, el crecimiento futuro de la productividad estará determinado por cinco grandes enigmas en el horizonte: el envejecimiento de la población, el trabajo híbrido, la creciente importancia de los servicios, las tensiones comerciales e interrupciones en la cadena de suministro, y la transición energética.

Cerrar filas para no perder una era más. Será fundamental invertir, financiar la transición net zero y seguir mejorando los niveles de vida, si queremos lograr un crecimiento que sea inclusivo sostenible. Si no cerramos la brecha de empoderamiento será muy difícil de lograr sin un rápido crecimiento de la productividad. Es mucho más que un concepto económico, es el núcleo de la prosperidad compartida.

Además, tanto las empresas como los líderes políticos en los países latinoamericanos deben tomar medidas y crear las condiciones para impulsar la inversión, que es la base de las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales que impulsan la productividad.

Será fundamental mientras el mundo combate los desafíos y oportunidades que traerá la próxima era. Ya nos confirmaron que perdimos 25 años. No perdamos otros 25 más.

ESCRITO POR:

Santiago Carbonell

Socio de McKinsey & Company