Catalejo

La dificilísima tarea de hablar del día de la mujer

Admiro a toda mujer sola y abandonada, luchando por su familia y su hogar, y enfrentando misoginia.

De la mujer depende la sobrevivencia de nuestra especie, porque no es una semilla sino un nido de toda la vida, dicho sin la más mínima crítica ni irrespeto, sino solo señalando una verdad. La participación del hombre en el inicio de la vida es instantáneo, mientras el de la mujer se prolonga nueve meses, y la paternidad se siente en su verdadero valor al momento de abrazar por primera vez a ese nuevo ser. A veces es deseado, a veces sorprendente y ese corazón femenino, aunque a los hombres nos moleste, es más fuerte y puede contener el amor de madre, abuela, bisabuela. Se unen otros papeles: proveedora del hogar, cuando ocurren cárcel, muerte, rompimiento o inexistencia del matrimonio. Pero la mujer, sobre todo, es un ser humano y en eso radica su grandeza.

Admiro a toda mujer sola y abandonada, luchando por su familia y su hogar, y enfrentando misoginia.

Como ser humano, tiene todas las cualidades del hombre, aumentadas, y sus defectos y yerros, marcados cuando se habla de las mujeres o de los hombres, como grupo diverso. Estas dos características se manifiestan en todas las actividades humanas. En la política, por ejemplo, es errado confiar en un gobierno correcto porque las mujeres, por serlo, serán buenas funcionarias. Guatemala demuestra lo contrario: las mujeres han sido tan malas y a veces peores. La mujer, en singular, será mejor cuando ejerzan al mismo tiempo y con la misma calidad el papel de madre, esposa o conviviente y al llegar al hogar deben encargarse de manejarlo, cuidar a los niños, ayudarlos en sus tareas y luego ser psicólogas graduadas por su amor cuando deben ser consejeras de adolescentes.

Ser madre es una tarea de toda la vida. Llaman la atención quienes triunfan en los negocios o en sus profesiones, pero otra verdad dolorosa, es la disminución del papel maternal a causa de las obligaciones empresariales. En las últimas décadas se ha dado una actitud de admiración a estas mujeres, y de cierto desprecio o al menos incomprensión en la manera de la vida de las mujeres pobres, a quienes se les considera feas o fracasadas. Es un prejuicio absurdo. Cuando en todo el mundo son víctimas de cualquier abuso, el sistema dizquejurídico del país tiende a culpar a la víctima. Por eso han surgido movimientos en favor de la mujer, indudablemente justos y necesarios, pero sobre todo en el primer mundo se ha caído en el extremo distinto.

Los movimientos feministas radicales en muchos casos se han vuelto los peores enemigos de la mujer, porque en formas violentas y absurdas reivindican su derecho a tener derechos. El día de la mujer fue “celebrado” el jueves con la absurda acción de causar vandalismo en almacenes, robar productos y poner en peligro a personas inocentes. Alegan si no se usa el lenguaje inclusivo, un concepto absurdo, pero dicen poco, o nada, de los abusos contra mujeres no feministeras. Exigen respeto, y están en lo correcto, pero lo pierden cuando su lenguaje vulgar, considerado una prueba de modernidad y de independencia, sonrojaría a un delincuente. Las redes sociales mantienen ejemplos de todo esto.

Ciertamente, deben eliminarse la mojigatería, falsedad, coqueteo disfrazado de humildad. Pero también se deben explicar —por ejemplo— los riesgos de relaciones íntimas desbocadas, de la natalidad inesperada y la reducción de esta. Guatemala, dicen las gráficas oficiales, ya inició levemente la disminución del crecimiento demográfico. En fin, son demasiados y muy complicados los temas y la meta hacer conciencia de la fundamental necesidad de la educación, sin las divisiones de edad, etnia, nivel educativo. Aunque para alguna gente ya no valga, me declaro admirador de la mujer luchadora por su hogar, su superación personal y educativa y porque no se empodere, concepto con un cierto aire de confrontación, sino lo logre con ser respetada y respetarse como ser humano.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.