Meta Humanos
Los niños en Japón y los niños en Guatemala
Aquí es donde Japón marca la diferencia en el mundo y es precisamente lo que Guatemala necesita hacer.
¿Qué pasa cuando los niños reciben educación “superior” desde que son pequeños? Los resultados que se obtienen también son superiores. Esto es lo que le ha permitido a Japón transformarse, después de haber sido hace 79 años un país bombardeado, con una población devastada física y mentalmente. Lo que uno siembra es lo que uno cosecha, y la implacable ley de causa y efecto siempre se manifiesta; es cuestión de tiempo ver los resultados. Japón, a diferencia de Guatemala, después de la guerra le apostó a la educación y a los niños; el resultado en el desarrollo y subdesarrollo de ambos países es notorio. Los niños son como esponjas, listas para absorber rápidamente todo lo que el entorno les provea.
Tanto el orden como el desorden serán incorporados de forma natural por el niño y eso va a marcar inexorablemente gran parte de su vida. Japón cuenta con una visión de nación; han tenido muy claro el país que quieren construir y han diseñado la educación para lograrlo. Guatemala necesita, con sentido de urgencia, reconfigurar el contenido de su currículo. Podemos aprender mucho de Japón. Es importante recalcar que las diferencias culturales son grandes, por lo que los referentes del extranjero no deben ser literales. Lo interesante es ver y comprender cómo este país se reinventó a través de la educación en menos de cien años.
Nosotros también podemos reinventarnos al priorizar la educación. La educación creada en el siglo pasado en el mundo occidental, conceptualmente está obsoleta. Lo que los niños requieren hoy es que, en lugar de recortar sus alas, bloquear su imaginación y limitar su potencial, les facilitemos herramientas prácticas para navegar en la complejidad y la incertidumbre. Frente a los grandes retos del siglo actual, la inteligencia artificial y el cambio climático, los niños necesitan desarrollar habilidades blandas y valores de convivencia que les permitan ser mejores humanos, respetuosos de los otros y del entorno en donde viven. Los niños japoneses no tiran la basura en la calle porque son más inteligentes que los niños guatemaltecos. Ellos lo hacen porque desde una temprana edad les enseñan el valor de la responsabilidad y aprenden que cada quien debe hacerse cargo de la basura que produce.
Invertir inteligentemente en los niños y las niñas, al centro de la agenda de país.
Para complementar los valores culturales, en Japón ya no hay basureros en las calles porque la basura debe regresar a casa; eso los hace conscientes de producir menos desechos y los acerca al concepto de economía circular. Es un ejercicio cotidiano para mantener despierta la consciencia. En Japón, los niños, desde muy pequeños, aprenden a relacionarse con el espacio público de su ciudad, a utilizar las calles, a respetar las señales y a entender cómo relacionarse con su ciudad sin pasar por encima de nadie. Guatemala necesita con sentido de urgencia introducir en el 2025 un programa de educación ambiental y un programa de educación vial como parte del Curriculum Nacional Base. Los niños, cuando son pequeños, no tienen la capacidad de elegir. Necesitan de los adultos para poder entender cuáles son las reglas del juego de la vida. Mientras más claras las reglas y disponibles las herramientas, mayores posibilidades de que cada niño y cada niña encuentre su camino dentro de una sociedad ordenada que los llama a enriquecerla como ciudadanos responsables. Aquí es donde Japón marca la diferencia en el mundo y es precisamente lo que Guatemala necesita hacer.
Invertir inteligentemente en los niños y las niñas, al centro de la agenda de país. Este es un llamado al presidente Arévalo y a toda persona con autoridad y/o influencia a hacerlo.
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