POR LA LIBERTAD
Los ricos no son el problema
Una de las preocupaciones más importantes a lo largo de mi vida ha sido la de la pobreza. Me refiero a la pobreza material, es decir, ausencia de riqueza. Cuando era más joven me preguntaba constantemente ¿Por qué hay tantos pobres? y ¿Por qué siguen siendo pobres? ¿Qué hay que hacer para que dejen de ser pobres? ¿Cómo hacer para que todos mejoremos nuestro nivel de vida?
' Que el intercambio libre y voluntario era beneficioso para ambas partes. Que generaba ganancias a los que intercambian.
Ramón Parellada
De adolescente pensaba que para resolver la pobreza había que redistribuir la riqueza. Creía en el salario mínimo y me parecía que era muy bajo, que debía aumentarse; pensaba que los dueños de fincas y empresas tenían mucho dinero y debían repartirlo a sus trabajadores y pagar más impuestos. Pensaba que era bueno que el Gobierno prohibiera la entrada de productos del exterior para que las empresas locales pudieran generar más empleo. En fin, en esa época de mi vida no conocía cómo se generaba la riqueza y me parecía razonable y evidente el discurso socialista redistributivo. Quería además una sociedad más igualitaria en el sentido de que los pobres serían menos pobres y tendrían las condiciones de que gozaban los ricos para educarse, alimentarse, tener vivienda y un buen sistema de seguridad social. Sabía que quería que mejoraran todos, pero en realidad ignoraba completamente que lo que estaba aceptando como solución era falso.
Con el tiempo, me dediqué a estudiar a fondo el tema y me convencí de que la redistribución de la riqueza no solo implicaba redistribuir lo poco que había, sino que además se hacía mal y era inmoral. Por si fuera poco, esto dejaba sin los escasos recursos que quienes pagaban los impuestos pudieran reinvertir y generar más riqueza. Este sistema redistributivo se basa en la coerción, expoliación y expropiación. Es inmoral. Me di cuenta de que el salario mínimo solo genera más desempleo y, por ende, más pobreza, especialmente con los menos productivos como mujeres en época de poder embarazarse, jóvenes sin experiencia y los más mayores.
Descubrí que el mayor gasto del Gobierno implicaba más despilfarro y corrupción sin que mejorara el nivel de vida de los más pobres, a la vez que restaba recursos al resto de la población. Me convencí de que el problema no eran los ricos, que estos no se enriquecían porque les quitaran a los pobres, sino que gracias a ellos más pobres tendrían oportunidad de dejar de ser pobres. Una de las cosas que más me impactaron fue el darme cuenta de que la economía no era un juego de suma cero. Que el intercambio libre y voluntario era beneficioso para ambas partes. Que este intercambio generaba ganancias a los que intercambian. Que tampoco el comercio exterior era un juego de suma cero y que todos los que intercambiaban resultaban ganando de los ahorros que causa el comprar a esas empresas o personas del país que sea donde resulta más económico el producto o servicio. Que las inversiones en maquinaria, herramientas y fábricas que incrementan la productividad eran beneficiosas para todos, independientemente de donde venga el capital.
Entonces visualicé que necesitábamos más ricos que trajeran empresas y que crearan oportunidades para todos, pero ¿cómo hacer para que vengan más ricos? ¿Qué se necesita para que esos ricos que andan buscando oportunidades por todo el mundo vengan a invertir en el país? Estoy convencido de que, en una verdadera economía de mercado bajo un estado de Derecho, donde se respeten los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad, donde no existan privilegios y que los intercambios sean totalmente libres y voluntarios, los ricos solo pueden enriquecerse mientras enriquecen a los demás. Por ello es importante traer más personas que poseen capital para que inviertan en el país, no ahuyentarlas. Y solo así podríamos lograr un mayor crecimiento económico que beneficiara a todos.