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Más reflexiones sobre la ley “antigorditos”

Pueden poner una calaverita si con eso sentirán que ya hicieron “algo” para salvar a la humanidad, pero tampoco funcionará.

Debido a los comentarios que he visto a raíz de mi artículo de la semana pasada sobre la ley de “alimentación saludable”, considero necesario hacer algunas acotaciones, siendo la más importante que el principal problema de la ley es el impuesto que pretende establecer a los alimentos, no las etiquetas que le quieren poner a los productos alimenticios.

Es una estupidez ponerle impuestos adicionales a los alimentos en un país donde el principal problema es la desnutrición.

Aunque creo que fui lo suficientemente categórico al respecto en mi artículo anterior, me encontré con algunas personas que me recriminaron con que por qué me opongo a que la gente esté enterada de lo que está comiendo. Pues para los despistados que me atribuyen decir cosas que no he escrito, en ese artículo solo mencioné el etiquetado de pasada. Para mí, lo más importante, repito, es la estupidez de ponerle impuestos adicionales a los alimentos, en un país donde el principal problema es la desnutrición y en donde a muchos apenas les alcanzan los ingresos para satisfacer sus necesidades alimenticias.

Como expliqué, está comprobado que esos impuestos raramente funcionan, pero aún si lo hicieran, están enfocados en un problema completamente opuesto al que hay que resolver primero en Guatemala. Si alguien no entiende eso… ¿qué puedo yo hacer? Quizá ya han sido víctimas de ese flagelo y no se han enterado.

Pero si tanto les preocupa el tema del etiquetado, sepan que yo considero que mientras más información tengan los consumidores sobre los productos que consumen, mejor. Eso no quiere decir que esté de acuerdo con que eso lo imponga algún tiranillo funcionario, sino que prefiero que sean las exigencias del consumidor las que incentiven a los fabricantes a hacerlo.

También pienso que es una insensatez tirar por la borda el trabajo de más de 6 años de los gobiernos y empresas de toda la región, que ya se habían puesto de acuerdo en normas de etiquetado frontal que empezarían su proceso de aprobación justo la semana entrante, pero ni modo, así son nuestros bisoños diputados.

En última instancia, por mí, le pueden poner incluso una calaverita a los empaques si con eso van a sentir que ya hicieron “algo” para salvar a la humanidad, pero sepan que hasta eso difícilmente tendrá el efecto que los “ingenieros sociales” detrás de tan brillante propuesta creen que tendrá.

Lo primordial es que sean las personas las que decidan por sí mismas lo que pueden o no comer, lo que su presupuesto les alcanza para comprar, y lo que le van a dar de comer a sus hijos y a su familia. Para ello, estoy de acuerdo, mientras más información tengan, mejores decisiones podrán tomar.

Con lo que no estoy de acuerdo es con que los burócratas y los políticos digan que quieren darles a las personas más información, pero sigan creyendo que, aunque la gente tenga la información, de todos modos son tan tontos que tomarán decisiones equivocadas. Por tanto, es necesario que ellos metan su mano peluda, poniéndole impuestos a los alimentos que ellos consideran que le pueden hacer daño a quienes los consuman. Ese es el meollo del asunto con esta iniciativa.

Esa es la fatal arrogancia en la que caen todos aquellos que se marean con solo subirse en un ladrillo. Ese efímero poder les nubla la vista y no les permite darse cuenta de las atrocidades y abusos que quieren cometer en contra de toda la ciudadanía, pero especialmente en contra de los más pobres.

Sigo considerando que es un grave error aprobar esa ley y hago responsables a todos los diputados que voten a favor, de los problemas más grandes de desnutrición y hambre que tendremos en los años venideros.

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).

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