IDEAS
Recuerdos de Navidad
La Navidad siempre me trae gratos recuerdos de mi niñez. Diciembre traía el viaje anual a la capital, con mis papás y mis hermanos. Era una época mágica en la que pasábamos el tiempo recorriendo centros comerciales —no eran tantos ni tan atractivos como ahora, pero siempre encandilaban nuestros ojos infantiles—, viendo vitrinas en la sexta, comprando regalos y, lo más importante, visitando a algún familiar o a las familias de los amigos de mis papás.
La Navidad también me recuerda a Reu. Siempre pasábamos la medianoche en la casa, por supuesto, después de ir al servicio de nochebuena en la Iglesia. Antes del viaje a la capital, con mis hermanos adornábamos la casa. Siempre teníamos un pinabete bastante grande que ocupaba buena parte de la sala, y que era, quiero creer, una de las grandes satisfacciones de mi mamá. Hacíamos siluetas de cartulina que pegábamos en las ventanas de la sala. Llenábamos el árbol de adornos, algunos comprados, otros hechos por nosotros. El piso alrededor del árbol lo llenábamos de musgo gris y ocasionalmente lo rodeábamos con cuerdas con manzanillas.
La noche del 24, a mi mamá le gustaba que los corredores alrededor de la casa estuvieran cubiertos de pino. La mezcla de olores entre el pinabete adentro y el pino afuera era increíble, e inolvidable. Pasada la medianoche, luego de una oración de agradecimiento, cenábamos todos juntos, la familia y algún ocasional familiar o amigo.
La última parte del ritual era destapar los regalos, que en la mayoría de los casos ya sabíamos qué eran, pero ello no restaba la emoción de, por fin, ponerles las manos encima. Yo disfrutaba mucho armando los paquetes de Lego, que generalmente era lo que recibía, a veces, antes de dormir, otras al despertarme, muy temprano, el 25.
También tengo algunos recuerdos de mi época en Xela. De niño estudié un par de años allá. Vivía en la casa de mi abuela, en la colonia El Rosario. Las noches de diciembre, aparte del frío, traían la época de las posadas, que las disfrutábamos bastante con mi primo Juan Carlos, que también vivía en la casa de la abuela. Era tan alegre recorrer la colonia con los vecinos, visitando una casa diferente cada noche. Esas, por cierto, fueron las únicas posadas que viví. En Reu, no vivíamos en el pueblo, así que no había muchos vecinos con quienes hacerlas.
' Eran otras épocas, de inocente felicidad, que a veces anhelamos que regresaran.
Jorge Jacobs
Eran otras épocas, de inocente felicidad, que a veces anhelamos que regresaran. Pero el paso del tiempo es inexorable, y luego nos toca construir nuevas memorias, solo que al revés, con nuestros hijos. No sé si fui tan exitoso como mis papás en crear esas imágenes en la memoria de mi hija, aunque espero haberlo sido.
El paso del tiempo también se refleja en los vacíos que dejan quienes ya no están. Lo único que queda son las memorias. Esas que nos unen con quienes se nos adelantaron a la vida eterna.
Y es precisamente por esas historias, por esos recuerdos, que las fiestas como la Navidad tienen significados tan distintos para cada uno de nosotros. Algunos, como yo, tenemos gratos recuerdos. Algunos otros quizá no tuvieron la bendición de tener una familia y amigos que contribuyeran a crear esos buenos recuerdos.
Pero indistintamente de los recuerdos que tengamos, siempre podemos crear nuevos. Siempre podemos empezar de nuevo. No debemos dejar que nuestro pasado —especialmente si fue malo— nos defina. Espero sinceramente que pueda disfrutar esta Navidad, con todo lo que implica, desde el recuerdo y la celebración del nacimiento de Jesús hace un par de milenios, hasta los vínculos que lo unen a su familia, amigos y cercanos. Pásela bien. Pásela feliz. ¡Que tenga una muy feliz Navidad!