Hace dos semanas inició una nueva guerra entre el grupo terrorista Hamás e Israel. A lo largo de los años, Hamás ha cometido varios grandes ataques contra Israel, además de mantener constantes ataques con misiles. Sin embargo, el más reciente es uno de los más mortíferos, en el cual mató a cientos de civiles israelitas y tomó cerca de 150 rehenes. Las consecuencias de este ataque son todavía impredecibles. Los escenarios van desde el aniquilamiento total de Hamás hasta el inicio de la tercera guerra mundial.

El objetivo original del ataque de Hamás probablemente haya sido descarrilar las negociaciones entre Israel y Arabia Saudita. Para Irán, el patrocinador principal de los grupos terroristas enemigos de Israel, el peor escenario es que sus archienemigos israelíes se aliaran con sus también rivales árabes. Para evitarlo, no le importó poner en peligro la existencia de su mejor peón: Hamás. Pero la prueba más importante de su participación es la actividad conjunta de las tres principales organizaciones terroristas que patrocina, Hamás y la Yihad Islámica Palestina en la Franja de Gaza, y Hezbolá, en el Líbano.

Para Israel, el ataque durante una fiesta religiosa, al mejor estilo de las guerras de hace medio siglo, es una herida que quizá lo lleve a tratar de acabar de una vez por todas con la capacidad militar de Hamás. En los anteriores ataques de ese grupo terrorista, se han conformado con represalias contra algunos de sus líderes, pero no han querido cruzar la línea roja, que implica una invasión de la franja de Gaza.

Pero la situación puede ser distinta en esta ocasión. Apenas unos días después del ataque ya tenían más de 300 mil soldados y reservistas alrededor de la Franja. Aunque todavía no han ingresado a Gaza, lo más probables es que, tarde o temprano, lo hagan. A menos que prospere alguno de los muchos esfuerzos diplomáticos que se están dando para tratar de reducir la tensión, los soldados y reservistas israelíes combatirán a Hamás en Gaza, hasta cumplir la misión que, dicen, les fue encomendada: “garantizar que, al final de esta guerra, Hamás no disponga de ninguna capacidad militar que le permita amenazar o matar a civiles israelíes”.

Esto, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. La guerra urbana —aquí ampliada por un inmenso laberinto de túneles— es uno de los escenarios militares más complicados y difíciles para cualquier ejército regular. Aunque el ejército israelí ya ha advertido a los civiles de Gaza que se vayan a la parte sur de la franja —un claro indicativo de que uno de los escenarios es la invasión—, es muy difícil que todos los habitantes de la franja —ya de por sí uno de los lugares con mayor densidad poblacional del mundo— puedan hacinarse todavía más en la mitad del territorio.

Espero que este polvorín en el Cercano Oriente pueda detenerse antes de que pase a consecuencias mayores, pero cualquier cosa puede suceder. Los israelíes están claros de que, si no logran cumplir esa misión de reducir la capacidad de ataque de Hamás, simplemente estarán posponiendo la guerra por algún tiempo, hasta que se dé el próximo ataque auspiciado por Irán.

El riesgo principal es que esta potencial guerra se extienda por la región. Ya los hutíes han empezado ataques desde Yemen, alguno de los cuales se acercó peligrosamente a barcos estadounidenses frente a las costas de Israel. Estados Unidos ya tiene un grupo de ataque naval en el Mediterráneo oriental y otro va en camino.

Alguien puede pensar que estos tambores de guerra, del otro lado del mundo en una región que ha estado en pie de guerra por más de 70 años, no nos afectarán hasta aquí, pero están muy equivocados. Con el nivel de polarización actual en el mundo, cualquier chispa puede encender fuegos en otras regiones, encaminando a nuevas guerras. Y por si tiene alguna duda, ¿ya sabe quién es uno de los más fervientes defensores locales de Hamás? Pista: uno de los grupos que ha participado en los bloqueos locales.