MIRADOR
Voto nulo. Voto válido. Voto útil.
No sé usted, pero yo tengo clarísimo el panorama electoral. No nos engañemos, en estas elecciones hay dos o tres candidatos con posibilidades de llegar a la Presidencia. La mayoría de partidos han puesto figuras decorativas o candidatos sin posibilidades porque la estrategia no es el Ejecutivo, sino colocar el mayor número de diputados y conformar un grupo en el Congreso para tener fuerza y presionar desde allí. Dipulobos disfrazados, muchos de los cuales persiguen el mismo fin: el chanchullo y la impunidad.
De esa cuenta cobra importancia el voto nulo que ha levantado expectativas de última hora. Es una opción válida e imposible de comparar con pasadas elecciones, ya que es la primera vez que tiene incidencia real. Algunos argumentan que si el voto nulo no obtiene la mayoría absoluta indicada en la ley, el porcentaje obtenido por el resto de candidatos quedaría modificado y beneficiaría especialmente a los primeros: en absoluto es cierto. El voto nulo se maneja como si fuera un candidato más, pero debe contar con mayoría absoluta para tener incidencia.
' Puede escoger a alguien de su preferencia o bien optar por el voto nulo que satisfaría en mayor medida sus expectativas.
Pedro Trujillo
Dicho lo anterior —que aclara el marco general—, creo que puede ser una buena herramienta para elecciones municipales y presidenciales, pero no para diputaciones. La razón para no utilizarlo en votaciones “colectivas” —Parlacén y Congreso— es que en ellas se vota por listas y seguramente encontrará alguna que le guste o satisfaga la mayoría de sus expectativas. Sin embargo, en el caso en que se vota por personas —presidencia y alcaldías— es posible que no le guste nadie o le disguste mucho quienes cuentan con la mayor intención de voto. En ambos casos, no obstante, puede escoger a alguien que sea de su preferencia —aunque nunca llegue a segunda vuelta, en el caso presidencial, porque esté situado muy lejos de las primeras posiciones— o bien optar por el voto nulo que satisfaría en mayor medida sus expectativas.
¿Cómo?, se preguntará. Pues se lo explico. Al votar nulo —porque rechaza a los primeros o no tiene claro a quién elegir— está dándole valor útil a su voto, y si ese coincide con la mayoría absoluta, las elecciones se anularán y comenzará nuevamente el proceso. De esa cuenta, las personas que ahora son candidatos dejarían de serlo y no tendrían inmunidad, por lo que la justicia podría actuar contra quienes tienen causas abiertas, investigar casos de corrupción que ahora no se pueden porque cuentan con antejuicio o proponer nuevos candidatos, particularmente de partidos que no han podido inscribir a los suyos por diversas razones. En una palabra: es como si se corriera el proceso electoral para antes de la convocatoria pasada, y en esas condiciones hay muchos escenarios posibles.
La última encuesta presenta a 16 —de 20— candidatos con menos del 5% de intención de voto. La suma de los porcentajes, más la del 24% de quienes dicen no saber por quién votar, representa más del 50%, lo que es suficiente para conseguir la mayoría absoluta, repetir estas elecciones y reconfigurar el turbio panorama electoral del que parece no escapamos. El voto nulo no está regulado de la mejor manera y comprendo que es difícil alcanzar la mayoría absoluta, pero no imposible. Votar nulo es la única oportunidad de intentar el cambio porque lo que no se justifica es seguir como siempre cuando hay herramientas nuevas, y tenemos la responsabilidad de saber cómo emplearlas y utilizarlas.
¡Ahí queda el difícil reto! De lo contrario aceptemos con el conformismo habitual lo que ha venido hundiendo el país por años. ¿Se atreve a asumir el desafío? Luego no se queje.