EDITORIAL

Contrastes entre el asilo y la represión

Mientras el dictador nicaragüense abre las puertas a oscuros personajes que buscan huir de la justicia guatemalteca, por las puertas fronterizas miles de nicaragüenses huyen de la represión orteguista, provocando una enorme zozobra en los países vecinos, que no tienen la más mínima posibilidad para atender ese inusitado flujo de refugiados.

Ayer, mediante un acuerdo gubernativo publicado en el diario oficial, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua informó que tras una solicitud planteada el pasado 3 de agosto, en menos de dos semanas, se le había concedido asilo, por razones humanitarias, al guatemalteco Gustavo Adolfo Herrera Castillo, quien hizo la solicitud por considerarse un perseguido por la justicia guatemalteca y en especial por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.

La gestión de Herrera ocurre porque habría sido informado de la reactivación de investigaciones en su contra, pues cuando fue uno de los principales operadores políticos de los últimos tres gobiernos cobró fama por la estafa de más de 350 millones de quetzales del Fideicomiso de Protección y Desarrollo Social, que con recursos del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social financiaba proyectos habitacionales.

También había sido investigado por otros ilícitos, e incluso en 2004, Otto Pérez Molina, en su calidad de comisionado presidencial en el gobierno de Óscar Berger, declaró contra él por supuestos nexos con el narcotráfico. En 2006 saltó a las primeras páginas de los medios de comunicación cuando logró evitar su captura, huyendo por un pasadizo secreto en el penthouse de un edificio de apartamentos de la zona 14.

Hoy ha vuelto a ser protagonista de los principales titulares, al lograr en un tiempo muy corto recibir refugio en uno de los países que se ha convertido en guarida de quienes buscan evadir el brazo de la justicia, pues ahí se encuentran otros prófugos como el expresidente Mauricio Funes, de El Salvador, sindicado de haber malversado 300 millones de dólares. Nicaragua también sirvió como punto de partida para los guatemaltecos Luis Rabbé y Manuel Baldizón.

Ninguna concesión de asilo se otorga en dos semanas, como lo ha logrado Gustavo Herrera, y por eso suena mucho más extraña la medida. Difícilmente en los archivos de la cancillería nicaragüense puedan encontrarse antecedentes similares, pero en cambio su perfil coincide con quienes han encontrado en ese país la puerta abierta para burlar a la justicia guatemalteca o salvadoreña, mientras miles de nicaragüenses deben abandonar su país por las condiciones de violenta represión de las fuerzas leales a los sanguinarios dictadores Ortega-Murillo.

Costa Rica puede dar fe del gigantesco problema que ha llegado a sus parques, donde incluso, como ocurre en algunas ciudades de Europa, les ha tocado lidiar con la hostilidad de los forzados inquilinos, que buscan escenarios de mayor tranquilidad, mientras la tiranía los reprime, los mata o los expulsa, pero abre las puertas a prófugos de la justicia.

En el fondo, la persistente búsqueda de impunidad está configurando un mosaico en el que aparecen figuras de la política centroamericana afanadas en evadir al brazo de la justicia, aunque también se vislumbra el inexorable avance en la lucha contra la corrupción.

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