AL GRANO

De la sociedad de “conectes” a la sociedad de reglas

Según creo, una de las diferencias más importantes entre las condiciones actuales de las sociedades exitosas y su pasado y, además, entre esas sociedades y las   sociedades fracasadas, es un fenómeno que aquí he de llamar “el conecte”.

Mi definición del “conecte” es la siguiente: un tipo de relación entre dos personas en la que una de ellas, “el poderoso”, usa su poder para conceder lo pedido por la otra persona, “el conectado”, movido aquel por causas diversas como lo son el parentesco, la pasión, el dinero o el miedo.

Como decía al principio, una diferencia fundamental entre el pasado y el presente de las sociedades exitosas es que los “conectados” son menos importantes en la actualidad de lo que lo fueron en el pasado. En la era del absolutismo real, por ejemplo, un “conectado” tenía mucha más importancia. Como los reyes podían conceder con mucha discrecionalidad —casi completa— los favores o privilegios procurados, las gestiones de un “conectado” eran muy valoradas.

Pero la misma diferencia existe entre las sociedades exitosas y las sociedades fracasadas de nuestros días. Tener o poder mercadearse como poseedor de un buen “conecte”, en una sociedad exitosa, es mucho menos importante que en una sociedad fracasada. En la sociedad exitosa ocurre que la discrecionalidad del “poderoso” está circunscrita por unas reglas que, por lo general, se observan o, cuando se infringen, hay consecuencias. En cambio, en las sociedades fracasadas, si bien existen más o menos las mismas reglas, cuando se ignoran o se violan, la acción infractora queda impune.

Creo que al recorrer los últimos cincuenta a sesenta años de la historia de Guatemala, con ciertos altibajos (más bien resultantes de los mayores o menores escrúpulos de cada gobernante), la sociedad guatemalteca se ha ido convirtiendo, más y más, en una “sociedad de conectes”. Esto destruye el tejido social en su médula.

En efecto, entre competidores en el mercado, entre clases sociales, entre funcionarios en las administraciones públicas, entre litigantes que llevan sus controversias a la justicia, entre partidos políticos, etcétera, las relaciones con “el poderoso” devienen inequitativas, generándose así un plano de desigualdad entre los “más y los menos conectados”. La peor parte la llevan los pobres.

Cuando quien gana un juicio es el abogado “bien conectado”, el que logra una licencia o permiso administrativo es el gestor “bien conectado”, el que consigue la exoneración de un tributo es el político bien conectado, o cosas parecidas, el régimen se reduce a llegar al poder para vender o canjear poder a cambio de lo que el “conectado” ofrezca. En estos dorados tiempos, el “conectado” suele ofrecer el dinero de sus “clientes”. Pueden ser alguien que busque una plaza en un órgano público y esté dispuesto a renunciar a los primeros seis salarios que el “conectado” transmite (menos su comisión) al “poderoso”. También puede ser el “cliente” una gran empresa, interesada en un régimen fiscal privilegiado, por ejemplo.

La sociedad guatemalteca necesita evolucionar de “la sociedad de conectes” a “la sociedad de reglas”, pero esto es imposible como no se estatuyan unos tribunales y juzgados verdaderamente independientes y, para eso, es necesario reformar la Constitución. Las normas constitucionales vigentes no sustentan, como es necesario, dicha independencia.

www.eduardomayora.com

ESCRITO POR:

Eduardo Mayora

Doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y por la UFM; LLM por la Georgetown University. Abogado. Ha sido profesor universitario en Guatemala y en el extranjero, y periodista de opinión.

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