CON NOMBRE PROPIO
Derechos humanos y paz
“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos en preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sentimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional…” comienza el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada en París el 10 de diciembre de 1948 —el próximo lunes cumplirá 70 años—.
En 30 artículos los países golpeados por los horrores de dos guerras mundiales con el objeto de preservar, lo más posible, la paz del planeta para no repetir las experiencias bélicas creyeron que el reconocimiento, respeto, promoción y cumplimiento de los derechos humanos es la mejor forma para garantizar la paz.
El nazismo había sido derrotado, los horrores vividos y el racismo como práctica “legal” ocuparon al mundo entero, pero el reto es no repetirlo. Pronto el planeta conoció las tensiones de la guerra fría y el polo soviético con también doctrina totalitaria comunista se enfrentó a las naciones tradicionalmente liberales. Europa se dividió en “naciones del este” y “naciones del oeste”, en América se vivió la “Crisis de los Misiles” con Kennedy por parte de los Estados Unidos y Khrushchev por parte de los soviéticos, quienes habían creado una infraestructura en Cuba dispuesta a lanzar ataques atómicos y que pudo haber producido, de este lado del Atlántico, una escalada nuclear de impredecibles consecuencias.
Los derechos humanos, en países como los nuestros, no son entendidos. Hemos creado espejismos, mentiras y sobre todo desinformación con respecto a qué debemos entender por derechos humanos.
En Guatemala por muchos años los derechos humanos han sido cuestiones de “delincuentes y comunistas”, porque claro, explicar a una sociedad castigada por la mal llamada delincuencia común que todos los procesados tienen garantías procesales para producir un juicio justo no es discurso popular y es también cuestión de “comunistas” porque acá cualquiera que haya puesto en duda el poder es catalogado como tal, al grado que ahora hasta gente de derecha liberal se ha ganado el sambenito.
Vivimos en un país donde, por sentencia judicial, se estableció que durante su enfrentamiento armado se registraron acciones de genocidio. Este no es un tema de “opinión”, sino es un aspecto de pruebas y valoración. El proceso judicial lleva su marcha, pero negar el horror no hace ningún bien al futuro y mucho menos evita su no repetición.
La sociedad guatemalteca de este siglo debe comprometerse a entender los derechos humanos como única herramienta para la paz, si no sabemos y comprendemos que la violación de un derecho humano para cualquiera es una amenaza para todos la discordia y la violencia de nuevo asolarán, por eso sirvan estas líneas para reconocer el esfuerzo de quienes fundaron la primera organización guatemalteca que procuró el respeto a los derechos humanos en 1961, la Asociación de Derechos Humanos, que fue fundada, entre otros, por José Barnoya, Francisco Villagran Kramer, Ángel Valle Girón, Jorge Mario García Laguardia, Edmundo Vásquez Martínez, Julio de León Mendez, Rafael Montiel Hedges, Rafael Cuevas del Cid, Adolfo Mijangos López y Alfredo Balsells Tojo —mis disculpas por nombres que sin duda he omitido—.
Si pretendemos que el respeto a los derechos humanos depende de una ideología política que en un período determinado puede gobernar un país, hacemos del modelo de convivencia pacífica un polvorín y nadie quiere más violencia.
@Alex_balsells