LA BUENA NOTICIA

Día del Padre

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El Día del Padre es una fiesta civil y familiar. Muchos padres responsables y cariñosos recibirán hoy el agradecimiento y el reconocimiento merecido de sus hijos. Sin embargo, no pocos hijos evocarán el día de hoy al padre ausente, violento o irresponsable y, por lo tanto, no tendrán motivo para celebrar o referente al que agradecer. Por eso el día de hoy reclama una reflexión moral.

Hablar de la paternidad es hablar de la familia, pues esa es la institución en la que encuentra su desarrollo pleno, humano, cabal. La familia, sin embargo, está puesta a prueba y socavada por muy diversos factores ideológicos, económicos, sociales en el mundo entero. Nuestro país no es la excepción. El modo deficiente o equivocado del ejercicio de la paternidad ha sido y es un factor que pone a prueba la institución familiar. Algunos de esos modos son antiguos y lamentablemente los soportamos en silencio, otros son más recientes y desencadenan mecanismos de alerta. Comento algunos.

La paternidad violenta es secular y persistente. Se trata de la violencia en el ejercicio de la autoridad, violencia física y verbal contra la esposa y los hijos. Violencia que muchas veces es signo de inmadurez, de inseguridad, y otras veces consecuencia de la sufrida a su vez en la propia niñez. Otro vicio antiguo es el machismo sexual, es decir, la incapacidad para la fidelidad conyugal y para establecer una relación estable con una sola mujer. Por eso hay que admirar y agradecer a aquellos padres que saben ejercer su paternidad y autoridad a través del diálogo y la comprensión y que saben ser fieles a su esposa e hijos y formar así una familia donde se respeta la dignidad personal.

La paternidad también enfrenta retos. El padre migrante para buscar un mejor futuro para su familia es una contradicción en los sentimientos y en la responsabilidad. El padre migrante se ausenta porque ama a su familia; se va para proveerla mejor. Aunque ya la migración en Guatemala afecta a padres, madres e hijos, originalmente fue predominantemente paterna. Muchos migrantes han alcanzado su objetivo de lograr un mejor futuro para su familia e hijos. Pero me atrevo a afirmar que el beneficio de las remesas en su significado micro de ayuda a la propia familia y en su significado macro de estabilidad cambiaria y económica para el país no compensa el daño social de la disgregación y separación familiar. Tenemos que dejar de ser un país que expulsa a sus ciudadanos, para llegar a ser un país de oportunidades para todos, incluyente y capaz de sostener la esperanza de las familias.

La paternidad se ve hoy sometida a nuevas deformaciones. Menciono una que es cada vez más común en Europa y Norteamérica, sobre todo entre personas de solvencia económica. También se dan casos entre nosotros. Es la paternidad renunciada. Me refiero a las parejas que se casan, pero renuncian a tener hijos propios o adoptados. Los países europeos occidentales han llegado a la situación en la que la desaparición de la población nacional es irreversible por la difusión de prácticas antinatalistas voluntarias por los esposos. La población europea crece y se renueva hoy día por el flujo de migrantes y el grupo de mayor crecimiento demográfico es el musulmán, cuyas familias no utilizan métodos de anticoncepción. La anticoncepción no es un asunto de ética personal, es un problema de política nacional. Una advertencia para los políticos que todavía quieren seguir escuchando las recomendaciones de los organismos internacionales.

El espacio se acaba. Que este Día del Padre no transcurra solo en festejos merecidos, sino que sea ocasión de reflexión ponderada.

mariomolinapalma@gmail.com

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.