EDITORIAL

Abrir paso a la creación

Nación de artistas, de poetas, de intelectuales, de grandes científicos y de visionarias mentes, Guatemala exhibe a lo largo de su historia un gran potencial creativo en diversos órdenes. Esta cualidad no solo va más allá de la aptitud para combinar elementos estéticos en ingeniosas composiciones, sino también de la búsqueda y hallazgo de nuevas soluciones a los constantes desafíos de la productividad y el desarrollo en un mundo globalizado y competitivo.

Se calcula que en Guatemala existen unas 33 mil plazas de trabajo vinculadas con la llamada economía naranja, que en la última década ha dado pasos cada vez más fuertes y sólidos, aunque aún tiene muchas oportunidades por desarrollar, debido a la enorme capacidad de inventiva, de encontrar soluciones alternativas, tan propia de los guatemaltecos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, este sector económico integra cualquier producción fundamentada en la herencia cultural, la comunicación, diseño gráfico e industrial, medios audiovisuales, provisión de servicios digitales, generación y mediación de conocimiento, educación y mejora del talento, solo por mencionar algunos de sus rubros.

Guatemala es en la actualidad un exportador de bienes y servicios basados en la creación y transmisión de ideas, que devienen en propiedad intelectual, ya sea para fines de entretenimiento, uso publicitario o mejora de procesos informáticos o didácticos, lo cual incluye la creación de códigos, aplicaciones de teléfono, videojuegos y programas informáticos para la banca, comercio o clasificación de datos. En 2021, las ventas de la industria naranja guatemalteca superaron los US$800 millones, según estadísticas de la Asociación Guatemalteca de Exportadores (Agexport).

Falta mucho por hacer en este campo, pero con la notoria, aunque todavía incipiente, expansión registrada en el último lustro debería convertirse en prioridad nacional el fomento de esta industria. No solo se trata de subvenciones monetarias o provisión de créditos blancos, sino de transformar el modelo educativo, expandir las escuelas de arte, crear programas estatales de capacitación tecnológica, aprendizaje de inglés y cultivo de destrezas desde la infancia. Para eso se necesitan administraciones de gobierno con suficiente imaginación y apertura mental como para imaginar un futuro productivamente transformado en el corto y mediano plazos.

La ventaja de la economía creativa radica en que puede integrar a empresas pero también a creadores individuales con habilidades únicas, irrepetibles y protegidas bajo sello de autor, lo cual implica especialidades técnicas que tienen gran demanda en un mundo interconectado que a la vez busca acoplarse a las experiencias de usuario. Por supuesto, la economía creativa requiere de la modernización en la infraestructura de telecomunicación, diversificación de los proveedores de conectividad, incentivar la investigación universitaria, auspiciar equipos de innovación, facilitar la creación de emprendimientos, pero sobre todo la firme convicción de que, para lograr resultados diferentes, no se pueden seguir repitiendo los mismos modelos caducos centrados en los sectores primario y secundario.

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