EDITORIAL

Acción o indiferencia

En una modernidad que se mueve entre ambigüedades líquidas, relativismos al antojo y autoridades que quieren todas las prebendas y los fueros especiales mas no los deberes éticos del cargo, existen referencias y consecuencias concretas innegables que ponen de manifiesto la necesidad de coherencia entre discurso y acción, o en todo caso, entre acción e indiferencia.

El deterioro ecológico denota con dolorosas pruebas, sin pretextos ni confusiones, las consecuencias crecientes de la irresponsabilidad, la indolencia y la mediocridad. Desde la pereza de no clasificar los desechos sólidos de casa hasta el prolongado derrame de aguas servidas sin tratar en cuencas que alguna vez fueron vergeles y hoy son correntadas pestilentes, tan solo por citar dos situaciones que, al multiplicarse hasta el absurdo, ponen en serio peligro la subsistencia de las próximas generaciones de guatemaltecos.

Por la importancia literalmente vital del tema de la sostenibilidad ambiental de las sociedades y los recursos naturales, Prensa Libre publicará, cada mes, en su edición dominical, un informe analítico y propositivo sobre aspectos críticos de la situación ecológica nacional y también global. El tema no es nuevo y ha corrido mucha información, pero aún no termina de comprenderse la capital importancia de salvar el entorno.

En este 2022 se cumplen 50 años de la primera cumbre ecológica mundial, en la cual ya se trazaban hipótesis científicas sobre los efectos de la deforestación, la contaminación, la ruptura de cadenas biológicas y el impacto de la huella de carbono. Si todavía hoy existen mentes obtusas que niegan el cambio climático o prefieren ver a otro barranco como el próximo tiradero de basura, es de imaginar el escepticismo, las mofas y también la oposición que tuvieron las primeras recomendaciones emanadas de aquel encuentro en el cual participaron 113 países, incluyendo a Guatemala.

La declaración de hace medio siglo es detallada, extensa y de impactante actualidad. Desafortunadamente, los avances han sido insuficientes debido a factores vinculados con intereses políticos, económicos y comerciales. Se afirma tal insuficiencia debido al   grave daño a la Tierra, reflejado en la creciente escasez de agua, el aumento de fenómenos atmosféricos devastadores y las kilométricas islas de plástico en los océanos. Sin ir tan lejos, toneladas de basura son arrastradas por el río Motagua hasta el Caribe sin que hasta la fecha se emprenda un programa oficial a gran escala de educación ambiental o reducción y tratamiento sostenible de desechos, pese a que esta situación orilla al país a una demanda internacional por parte de Honduras.

A menudo, niños y jóvenes comprenden mucho más el peligro que los adultos, pero es tiempo de dejar las excusas y la indiferencia. Como un mensaje en el tiempo llega una de las conclusiones de aquella cumbre de junio de 1972: “Los recursos naturales de la Tierra, incluyendo el aire, el agua, la tierra, la flora y fauna, así como significativos territorios de ecosistemas naturales, deben ser salvaguardados para beneficio de presentes y futuras generaciones, con una cuidadosa planificación y gestión”.

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