EDITORIAL

Acción real por la vida

Lejos de las polémicas maniqueas, los vericuetos teológicos y las ínfulas teocráticas que tanto explotan, presumen y hasta histrionizan ciertos politiqueros, es necesario relanzar la coherencia ética como vía ecuánime, ecuménica, intercultural e intergeneracional para reconectar idea y acción, discurso y realidad, testimonio verbal y actitudinal que rompa con las dicotomías mutuamente excluyentes que tanto daño han hecho y que tanto utilizan los caudillos de la división que siguen esa línea bajo el perverso axioma de “divide y vencerás”.

Sobre el tema de la desnutrición aguda y crónica de la niñez guatemalteca se han hecho diagnósticos y seguimientos que solo le siguen dando largas al problema, que es multicausal, con componente educativo, social, cultural y hasta legal, que son evaluados de nuevo para volver a teorizar sobre una tragedia que ocurría hace cinco décadas, hace tres y hace una. Parafraseando al cuento El dinosaurio, al despertar, la hambruna seguía allí, con otra cara, en otro niño, en otra niña, con una cauda creciente de muerte y rezago.

Ante la incapacidad, desinterés, insensibilidad de los burócratas de turno, incluyendo a ministros con más habilidad para armar bacanales que para ejecutar planes con honestidad, la opción ética de la ciudadanía es actuar a nivel personal, familiar, comunitario para ayudar de forma consistente, periódica, a quienes lo necesitan. Cierto es que los tiempos son difíciles, la circunstancia es apremiante; pero si no es ahora, ¿cuándo?

Las recientes polémicas por normativas provida dejaron en claro que hay un buen número de creyentes convencidos de que la caridad es una virtud, pero también una obligación. Al mismo tiempo, las críticas a ciertas maniobras legislativas resaltaron que un humanismo íntegro no se divorcia de la empatía con la penuria ajena. Entre creyentes practicantes, creyentes no practicantes y no creyentes conscientes de la axiología natural puede existir un puente común en la posibilidad de organizar y gestionar la ayuda a las comunidades en hambruna no solo con alimentos sino con mejora educativa, emprendimientos y, sobre todo, un testimonio de hermandad.

En el 2012 se efectuó una campaña llamada Despertemos Guate, en la cual se invitaba a familias de áreas urbanas a compartir tiempo y víveres con familias de escasos recursos de zonas rurales. Podría ser un plan a retomar sin mediación de ninguna autoridad, figura partidaria, legislativa ni edil. Esta proyectada unidad ciudadana centrada en la empatía y la identificación humanitaria no eximiría al Estado de sus obligaciones, sino que sería el ariete para demandarle una estrategia sostenida, de largo plazo, para erradicar la malnutrición.

A lo largo de su existencia, Prensa Libre ha efectuado reportajes y campañas de ayuda nutricional que han tenido siempre generosa respuesta por parte de lectores, empresas privadas y organizaciones internacionales. Algunas de tales reacciones altruistas continúan en ciertas zonas del país, sin afanes protagónicos ni de falsa propaganda. Prosiguen, pero aún no son suficientes, porque se necesita de más guatemaltecos que colaboren y también que exijan coherencia al Estado. Ahí está la verdadera confluencia de creencia, discurso y acción por la vida.

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