EDITORIAL

Alegría multiplicada

Diciembre es el mes que, quizá por ser el colofón del año, se constituye en una época de reflexión, un tiempo de luz y sonrisas, se dispara la cantidad de iniciativas altruistas, actos de generosidad y emprendimientos empáticos que conducen a romper las barreras sociales, económicas, religiosas o de cualquier otro tipo.

Jornadas para obsequiar juguetes a niños de escasos recursos, celebración de convivios en asilos de ancianos, visitas de personajes infantiles a instituciones hospitalarias, agasajos en entidades de beneficencia patrocinados por empresas —en los cuales también participan sus colaboradores— o actividades personales y familiares de caridad para compartir víveres con personas necesitadas y celebrar piñatas en poblados que afrontan condiciones difíciles figuran dentro de la variedad de muestras de genuino desprendimiento que le dan sentido al cambio de año.

Quizás sea la luz que evoca el nacimiento del Salvador la que inspira toda esta avalancha de bondad, aunque cabe anotar que esta apertura a los demás no es exclusiva de quienes profesan alguna religión, puesto que también son impulsadas por personas que no pertenecen a ninguna confesión, pero que por una ética humanista cumplen con la vivencia de compartir con quienes tienen menos: la magnanimidad no tiene más límites que los de la voluntad.

La nobleza de los guatemaltecos salta a la vista en estas semanas del ocaso del año y su proverbial alegría se comparte en espacios de reducidas oportunidades. En Prensa Libre se tiene el honor de divulgar algunas de ellas en el espacio 21 días de dar felicidad, como una motivación social y un testimonio de hermandad que debería ser extensivo a todo el año. A menudo los políticos llaman a la unidad con su particular lenguaje ambiguo y conveniente, cuando en realidad esa unión consiste en la aceptación de que todos los guatemaltecos compartimos lazos de identidad territorial, cultural y simbólica que solo tienen un sentido trascendental si se les suma un nexo nacido desde el corazón.

En un país con tan ingentes necesidades como el nuestro se hace necesario trazar nuevas vías de encuentro y solidaridad, no como una obligación sino más bien como una nueva actitud que regenere el tejido social. Se debe tomar en consideración que cada sonrisa de un niño favorecido con un juguete inesperado puede marcar la diferencia entre un futuro menos conflictivo y menos expuesto a los resentimientos que tanto daño han causado.

Es válida y ventajosa toda la actividad comercial que circunda el fin de año, puesto que genera plazas laborales, ingresos tributarios y satisfacción personal a quienes consumen bienes a su conveniencia. Pero la satisfacción será mucho mayor si cada persona, cada familia y cada comercio destina una pequeña porción de su gasto a la adquisición de víveres para quienes los necesitan. Sería un acto voluntario, silencioso, sin promoción ni elogio externo, pero que puede marcar un renacimiento de la hermandad entre guatemaltecos. Al fin y al cabo, cuando la alegría se comparte no disminuye, sino que se multiplica a niveles inimaginables.

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