EDITORIAL

Alfabetización ecológica

Parece prolongado el lapso de dos años, que corren desde agosto último, para que todos los guatemaltecos se capaciten debidamente para poner en práctica la clasificación de basura previo a su recolección, una de las acciones obligatorias estipuladas en el acuerdo 164-2021 del Ministerio de Ambiente. Dicha medida forma parte de una transformación necesaria y urgente de cara a la crisis ecológica regional y global.

Cientos de toneladas de todo tipo de desechos contaminan ríos, lagos y mares en Guatemala: envases, cartones, duropores, bolsas son arrastrados desde tiraderos clandestinos o incluso vertederos autorizados mal manejados, pero también de la basura tirada en calles o mercados que es arrastrada por las lluvias: un panorama que se ha deteriorado con el aumento poblacional, las ineficiencias municipales e insensibilidades personales o comunitarias ante un problema que tarde o temprano impacta a toda la población, incluyendo a los perpetradores de la contaminación y a sus familias.

Es necesario comenzar ya campañas de educación a todo nivel. Curiosamente, los niños son quienes más pueden enseñar sobre la protección medioambiental, puesto que han crecido en un entorno de crisis y, por ende, han recibido repetidos mensajes en contra de la deposición descontrolada de basura y a favor de la protección de la naturaleza.

Una de las claves para motivar esta fuerte transformación es mostrar las ventajas, las ganancias y los beneficios de este nuevo proceso. Puede haber dificultades, sí. Puede requerir de esfuerzos adicionales, sí. Puede representar incomodidades al inicio o necesitar de un gasto en recipientes adecuados, sí; pero si se consigue reducir la destrucción de fuentes de agua y patrimonios naturales en el corto plazo, francamente podría ser más barato que esperar un inminente deterioro.

El sector de recolectores de desechos tiene una importante función dentro de este proceso así como la transformación de procesos dentro de los vertederos. La adaptación de los camiones para pasar de la usual aglomeración de bolsas negras para pasar a tener compartimientos adecuados es un proceso que debe arrancar desde ya. Existen iniciativas de grupos de vecinos para comenzar, en escala pequeña pero real y concreta, la reeducación de actitudes y acciones. Desde saber reconocer cada tipo de desecho, hasta adquirir una responsabilidad compartida.

La solidaridad y la conciencia ética son importantes, puesto que la vía más eficiente de lograr un cambio duradero se da a través del fomento de valores y principios coherentes. Si bien la norma legal es importante y es, de hecho, lo que obliga a la clasificación de desechos, el verdadero objetivo debe ser una convicción en favor del entorno para propio beneficio, pero sobre todo para las próximas generaciones.

La condición de acuerdo gubernativo es el punto débil de esta disposición, que debería ser abordada a nivel de Congreso para solidificar su permanencia y evitar que más adelante se le derogue bajo cualquier pretexto o ulterior conveniencia sectorial. En todo caso, para un país cuyos gobiernos presumen recurrentemente de la riqueza natural y ecológica, que promocionan los microclimas y los puntos ecoturísticos, se necesita de una política de conservación a largo plazo.

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