EDITORIAL
Calamitosa parsimonia trasluce incapacidad
Justo el día en el cual se cumplían los mil días del actual gobierno —que intentó con poco éxito usar tal cifra como leitmotiv de la publicidad oficial—, el Organismo Ejecutivo se precipitaba a declarar un estado de Calamidad por la tormenta tropical Julia. Tal medida era, supuestamente, para atender los daños causados por las lluvias e inundaciones en infraestructura vial, agricultura y viviendas. Los departamentos más afectados fueron Izabal, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quiché, Petén, Suchitepéquez y Zacapa.
Se reportaron daños en 86 escuelas, socavamientos en 70 carreteras y puentes, 268 comunidades con pérdidas por inundaciones en cultivos de maíz, arroz, cardamomo, café y legumbres, además de la irreparable pérdida de al menos 15 vidas. Las necesidades eran ingentes; sin embargo, a casi un mes de tal declaratoria, la ejecución de recursos es de cero quetzales. Apenas el viernes último el Ministerio de Comunicaciones, al que se le dieron más de Q400 millones para la atención de esta calamidad específica, tenía decenas de concursos abiertos sin otorgar y vaya quién a saber cuándo estarán concluidos y a qué costo de oportunidad.
El propósito de declarar un estado de Calamidad es la atención emergente, inmediata y eficiente de daños ocasionados por una emergencia climática, telúrica o volcánica. La evaluación se efectúa con celeridad para responder a la población cuando lo necesita. Cualquier dilación obedece a simple y llana incapacidad de gestión o bien a un aprovechamiento de las excepciones de requisitos en compras con otros propósitos opacos. Si se atenderán situaciones ajenas a Julia, ya no se encuadraría en el decreto avalado por el Congreso, el cual suscitó objeciones debido a que los fondos fueron sacados de otra ley anterior y cuestionada.
En efecto, lo otorgado a la “calamidad” salió de los fondos del botín vial de Q3 mil 191 millones, aprobado a toda prisa en marzo por la alianza oficialista para supuestos proyectos carreteros que ni siquiera el Ministerio de Comunicaciones tenía claro en qué consistían. En otras palabras, la poca claridad y deficiente manejo de esta cartera vuelve a ponerse de manifiesto al no tener asignada, en este momento, ni una sola obra para atender los daños de Julia. Es previsible que en los tres días restantes se intenten adjudicar proyectos sobre los cuales pesa ya la sombra de la discrecionalidad.
Las otras entidades a las cuales se otorgaron fondos para el desastre en la declaratoria son la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres y al Ejército de Guatemala, que tampoco reportan ejecución concreta y que no deberían ser utilizados en circunstancias ajenas al evento climático de inicios de octubre. Por si fuera poco, se autorizó al Ministerio de la Defensa a utilizar los fondos no ejecutados de su presupuesto, lo cual delata la poca capacidad de ejecución de esa cartera.
Lo procedente ahora es reconocer la incapacidad de gestionar la emergencia de Julia. Ello debería conducir, cuando menos, a exigir la renuncia del ministro de Comunicaciones, que ha fracasado en la reparación de las carreteras nacionales que ya presentaban deterioro antes de la temporada de lluvias y ahora están peor. A 432 días del final de este gobierno y a 78 días de la convocatoria a comicios generales, todo uso extemporáneo, clientelar o electorero comienza a pesar en sentido inversamente proporcional a lo que se quiera vender, sobre todo si se toma en cuenta que una de las promesas de campaña de Vamos fue “cero baches a nivel nacional en los primeros seis meses de gobierno”. Y van 33.