EDitorial

China tira la represalia y esconde la mano

No hay crecimiento económico que valga si atropella libertades fundamentales y atenta contra la convivencia pacífica internacional.

No se termina de aclarar la razón por la cual un contingente de café y macadamia guatemalteco se encuentra retenido en un puerto de China Continental. ¿Es un malentendido o una acción deliberada ordenada por alguien desde algún escritorio? Una medida de tal naturaleza suele adoptarse abruptamente ante una alerta sanitaria o fitosanitaria; también podría obedecer a la detección de incumplimiento de algún protocolo global de seguridad o también podría ser por falta de cierto trámite o registro. Pero las autoridades de dicho país no han reportado ninguna de esas posibles causales. Queda otra probable razón para una arbitrariedad como esta: una represalia contra Guatemala por su histórico apoyo a la República de China en Taiwán.


De hecho, prácticamente toda América está ya del lado de China. A través de ofrecimientos comerciales, dádivas y una agresiva diplomacia, fueron restándole aliados a la pequeña isla, en la cual subsiste un sistema democrático diametralmente opuesto al centralismo despótico del régimen chino. Únicamente Belice, Paraguay, Haití y Guatemala reconocen a Taiwán. En 2021 y 2022, Nicaragua y Honduras rompieron relaciones con esta nación, a pesar de la cooperación que sostuvo con ellos durante décadas.


En apenas tres décadas, Taiwán se convirtió en una potencia científica y tecnológica, incluso antes que la propia China Continental apuntalara su propio despegue económico, aplicando, por cierto, aquellos mismos paradigmas capitalistas que durante muchos años condenaron los integrantes del partido comunista chino. Sí, se convirtió en un gigante de la producción, la industria y el comercio, pero también de la intolerancia, el despotismo y la falta de libertades fundamentales.


La declaraciones ambiguas del canciller chino Wang Wenbin son lo suficientemente elocuentes; primero, al ningunear la situación. Dijo no estar “al tanto del asunto” de los contenedores, pero señaló la molestia de su gobierno porque Guatemala mantenga relación diplomática con Taiwán, un nexo actualizado por la comunicación del gobernante Bernardo Arévalo y el presidente de la República de China, Lai Ching-te, cuya toma de posesión tuvo lugar el 20 de mayo y a la cual asistió el canciller guatemalteco. Esa habría sido la causa de la represalia comercial no admitida.


De reconocer China Continental dicha arbitrariedad, estaría contraviniendo estatutos de la Organización Mundial del Comercio que se comprometió a cumplir tras su ingreso en 2001, el cual buscó largamente para mejorar su expansión comercial. La obsesión expansiva contenida en el concepto de “una sola China”, bajo el cual pretende acabar con la República de Taiwán, es simplemente inaceptable. No hay crecimiento económico que valga si atropella libertades fundamentales y atenta contra la convivencia pacífica internacional.


Es lamentable el daño a productores de café y macadamia guatemaltecos por esta arbitrariedad. China tiene mucho que perder en imagen de supuesta apertura y también en dinero. Si llegase a admitir la represalia comercial contra Guatemala, se enfrentaría a procesos de sanción. Son importantes esos US$92 millones que exportó este país en el último año, pero también lo son los U$S1 mil millones que ellos vendieron a Guatemala. Las compañías chinas deberían hacerles ver a sus autoridades la dimensión del error que cometen. Que liberen los contenedores y que digan que fue un error. Esta ya parece la fábula de otro tiburón y la misma sardina, pero una con la dignidad de sostener su apoyo a una nación que desea vivir y progresar en democracia.

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