EDITORIAL

Círculo virtuoso

Generar condiciones de competitividad en el país es un objetivo que cada vez tiene nuevas aristas y desafíos a causa de la competencia global por la innovación y la eficiencia; la creciente conciencia acerca de las necesidades de desarrollo humano, conservación ambiental, eficiencia gubernamental y prácticas de transparencia en los sectores público y privado han vinculado el esfuerzo productivo, industrial y comercial con iniciativas de aporte a la comunidad dentro de la cual se desempeñan.

Las limitaciones estructurales, económicas y humanas de sucesivos gobiernos son innegables, ya sea por escasez de recursos, proliferación de dependencias burocráticas o por prácticas cuestionables que han socavado la calidad de la ejecución de obras y prestación de servicios públicos. Pero es precisamente en este horizonte de necesidades que cobra pleno sentido el noble ejercicio de la Responsabilidad Social Empresarial o RSE: una cultura de servicio, solidaridad y buena voluntad que en el país ha crecido exponencialmente en las últimas dos décadas.

Esta semana se celebró el lanzamiento de la Estrategia RSE 2020 en Guatemala, antecedida por una exitosa proyección a lo largo del año anterior, en la cual participaron unos miles de colaboradores de empresas en diversas áreas: desde talleres presenciales o virtuales de capacitación en gobierno corporativo hasta acciones directas de aporte comunitario, tales como construcción de aulas escolares, jornadas ecológicas o formación para emprendedores.

En el 2020 hay grandes ideales y esperanzas, puesto que los retos nacionales requieren de una amplia visión y decidido aporte. Como única generadora de la producción de bienes y servicios, la empresa privada guatemalteca consolida su compromiso voluntario de colaboración a través de la RSE. Más de un centenar de destacadas compañías locales de todos los rubros se encuentran aglutinadas bajo este conjunto de aportes a menudo silenciosos, pues no buscan la notoriedad, sino parten de principios éticos en favor de una mejor nación, lo cual a su vez posibilita mejores condiciones de competitividad y sostenibilidad a mediano y largo plazo.

Coincidentemente esta semana se presentaron las optimistas perspectivas económicas de la Comunidad de Empresas de Comunicación de Guatemala, que reúne a compañías de publicidad, relaciones públicas, salas creativas, centrales de medios, agencias digitales y asesores de marca. El cambio de gobierno, el crecimiento económico y, sobre todo, el ingenio, perseverancia y creatividad de los guatemaltecos son las bases fundamentales de esta visión halagüeña.

Aunque se trata de dos campos distintos del quehacer productivo, el punto de coincidencia está en el valor del talento humano. Solo la apuesta decidida por una mejor formación técnica, y la renovación educativa escolar y universitaria dotarán de plusvalía al bono demográfico poblacional con el cual Guatemala cuenta por las próximas dos décadas. Después de años de polarización inducida y gestión estatal lastrada por intereses aviesos vale la pena echar a andar un círculo virtuoso de gran alcance: Enseñar para crecer, crecer para servir y servir para enseñar con un ejemplo de valores puestos en acción.

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