EDITORIAL

Cuando la indolencia se vuelve mortal

Amenazar la seguridad sanitaria de una comunidad por un festejo tradicional pero vedado, por un baile divertido pero intrascendente, por la euforia de un instante o por la ebriedad pasajera de una noche francamente suena a locura, a necedad o a simple indolencia. La inercia grupal podría explicar, en parte, actos colectivos de abierto desacato a instrucciones giradas por las autoridades para frenar la pandemia, mas no disculparlos. Y si nos referimos a las personas y empresas que lucran a través de estas ocasiones de alto riesgo de contagios de coronavirus, la condena moral es inevitable.

En plan constructivo y de enmienda de actitudes erradas, es necesario que las autoridades ediles asuman su papel sin detenerse a pensar en el qué dirán de las futuras elecciones, sino en la responsabilidad civil que juraron sobre una Constitución. Suena a cierta desfachatez el hecho de que la Asociación Nacional de Municipalidades (Anam) prevea para las próximas semanas un inminente aumento en la cantidad de celebraciones públicas, entre ferias patronales, graduaciones de diversificado o festejos anuales. Justo cuando el país acaba de rebasar los 13 mil muertos por la pandemia, es el momento de frenar los contagios con base en las medidas del semáforo epidemiológico, sin necesitar de un estado de Excepción.

La demagogia de ciertos dirigentes políticos o comités de vecinos que buscan agradar a la población a través de eventos que la ponen en riesgo es un acto deleznable de populismo que merece ser plenamente identificado y públicamente condenado. Lo mismo vale decir de seudodirigentes fideístas que equiparan la fe con la imprudencia, al negar el virus; confunden la devoción con la oposición dogmática al uso de fármacos o vacunas.

Cierto es que en Guatemala está garantizada la libertad de cultos, pero hay que saber diferenciar la enseñanza íntegra, apegada a la caridad, de líderes religiosos responsables de cualquier denominación, que en manera alguna se oponen a la inmunización. En esa línea es sencillamente absurdo oponerse a salvar vidas mediante los avances médicos y farmacológicos logrados con la inteligencia de la cual Dios ha provisto a la humanidad. Otro tanto puede deducirse de actividades patronales efectuadas, a pesar de las alertas rojas epidemiológicas, por pura terquedad e incluso por intereses comerciales.

A la Policía Nacional Civil le agradan tareas fáciles como rodear un negocio apenas pasadas las 21 horas y capturar a decenas de consumidores por infringir la ley seca, pero han sido incapaces de frenar fiestas masivas anunciadas, con cientos de participantes. No se trata de llegar a armar zafarrancho, sino de actuar con tácticas inteligentes: por ejemplo, el cartel de grupos musicales participantes es conocido anticipadamente. Las autoridades bien pueden apercibir al gerente o propietario del conjunto sobre las sanciones a las que se arriesga si se presenta. La PNC afirma no tener suficientes efectivos en ciertas comisarías. No obstante, cuando cierran ocho cuadras alrededor del Congreso, destinan a cientos de policías en pocas horas.

A pesar de la enorme cantidad de gente contratada en áreas de comunicación social, el Gobierno ha sido ineficaz para comunicar, más allá de anuncios en TV o radio, las ventajas de la inmunización. Es necesario aprovechar el ejemplo de alcaldes comunitarios y vecinos respetados, o dirigir llamados a la niñez, con datos científicos comprensibles, para que persuadan a sus padres de cuidarse para poder lograr lo más elemental: vivir.

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