Editorial

Darle alas al porvenir

La observación de aves constituye un nicho del mercado internacional de turismo que genera millones de dólares al año.

A menudo, ver volar un ave, escuchar sus gorjeos o simplemente analizar su conducta en su hábitat natural podría parecer una actividad contemplativa que no produce más que una simple satisfacción personal sin mayores repercusiones económicas. No obstante, la observación de aves constituye un nicho del mercado internacional de turismo que genera millones de dólares al año en hotelería, prestación de servicios y generación de oportunidades laborales directas e indirectas.

Guatemala es uno de los países más megadiversos del mundo, gracias a su variada geografía, fllora y fauna. Posee al menos 724 especies de aves formalmente reportadas, algunas de ellas migratorias, que encuentran en este territorio un auténtico refugio durante las temporadas invernales de las latitudes norte y sur: un verdadero tesoro para los observadores y fotógrafos de aves, a menudo provenientes de Estados Unidos y Europa, quienes viajan al país para disfrutar de su clima, paisaje y variedades de aves, entre las cuales figura, indiscutiblemente, el quetzal.

La Asociación Guatemalteca de Exportadores (Agexport), a través de su comisión de turismo sostenible, ha impulsado el aprovechamiento de encadenamientos ecoturísticos con comunidades ubicadas en varias regiones del país. Podría pensarse que el ámbito de tales búsquedas está en áreas recónditas, pero también hay destinos aviturísticos muy próximos a icónicos atractivos, como Antigua Guatemala o el lago de Atitlán. Estas reservas, públicas y privadas, constituyen un diamante sin pulir que podría convertirse en un poderoso imán de visitantes al país.

Mayo suele ser ocasión de conmemoraciones afines. El 8 de mayo es el día internacional de las aves migratorias y para el próximo 10 al 12 está convocado el llamado Global Big Day, en el cual se dedica un fin de semana a la observación, admiración y conservación de todo tipo de aves en entornos silvestres. Implícitamente se trata de un fuerte llamado a la conservación de los ecosistemas, que se encuentran cada vez más amenazados por la deforestación, los incendios naturales y provocados, así como la cacería ilegal.

Los recientes incendios en varias regiones del país dejaron cientos de víctimas entre especies de mamíferos, reptiles, batracios y aves. Quizá para irresponsables hechores de algunos de estos ecocidios no tenga mayor importancia, pero las implicaciones climáticas están actualmente a la vista. Y para quien valore la relevancia mediante costos económicos, también se está exterminando, literalmente, a las aves de los huevos de oro, en alusión a una famosa fábula. Los alrededores del volcán de Agua y bosques próximos a Antigua, por ejemplo, son un tesoro aviturístico que puede generar más empleos y negocios, siempre y cuando se le conserve.

Si a esto se le combina la riqueza histórica, arqueológica y paisajística de Guatemala, existen grandes posibilidades de incrementar los ingresos de visitantes. Pero se necesita de un mercadeo turístico inteligente, de planes estratégicos con visión de Estado, con proyectos de educación ambiental y, por supuesto, medidas eficaces para perseguir y castigar a los destructores del mundo del misterio verde, como llamó alguna vez a los bosques guatemaltecos el gran Virgilio Rodríguez Macal.

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