Editorial
Declaración resalta lo anodino de Conamigua
Nació como un ente anodino, un bolsón burocrático muy conveniente para crear plazas al gusto.
Después de otra de esas órdenes de la Corte de Constitucionalidad que parecen seguir un patrón de favorecer al anterior oficialismo, finalmente fueron juramentados el secretario y subsecretario del Consejo Nacional del Migrante (Conamigua): Raúl Berríos, reelecto en el cargo, y el exdiputado Julio Lainfiesta, quien fracasó en el intento de ser reelecto por el partido Nosotros. Lo llamativo de la designación es que se hizo en los estertores de la anterior legislatura, por la alianza oficialista, de la cual formaba parte como chirriante bisagra el hoy extinto partido Unión del Cambio Nacional, cuyo fundador, Mario Estrada, se encuentra preso en EE. UU., confeso de narcotráfico.
Cómo es de pequeño el mundo, al menos el de los políticos: Lainfiesta fue diputado de la UCN hasta 2023, pero al no ser reelecto recibió un premio de consuelo y fue designado subsecretario de Conamigua, pese a que figuraba entre los personajes públicos a los cuales Estados Unidos habría retirado la visa. El exlegislador dijo que nunca había sido notificado de tal sanción, pero luego de haber sido juramentado, a pesar del rechazo de organizaciones migrantes, dijo que de todos modos no pensaba viajar a Estados Unidos en el ejercicio de ese cargo. Ello, pese a que 3.2 millones de guatemaltecos viven en ese país.
En 2021 fue nombrado Raúl Berríos por el Congreso, que lo reeligió el año pasado, a pesar de los constantes reclamos por la baja ejecución de recursos, los cuales se consumen mayoritariamente en el pago de plazas. Berríos fue candidato a diputado por la Unión del Cambio Nacional en 2019, lo cual no es ningún delito, pero sí una coincidencia muy llamativa que explica por qué nunca objetó la designación de su excorreligionario, a pesar del rechazo de connacionales. Habría que preguntarle qué opina acerca de que Lainfiesta “no piensa” ir a Estados Unidos.
Conamigua fue fundada en 2008 con la finalidad de atender las necesidades de los migrantes guatemaltecos en todo el mundo, pero sobre todo en la Unión Americana. Por tratarse de un consejo, no tiene mayor capacidad de ejecución o iniciativa programática. Nació como un ente anodino, un bolsón burocrático muy conveniente para crear plazas al gusto. Es más, según el Código de Migración, aprobado en 2016, muchas de las “funciones” del Conamigua aparecen atribuidas a otras instituciones como los ministerios de Relaciones Exteriores o de Economía, al Registro Nacional de las Personas o al Instituto de Migración.
Durante el período de Alejandro Giammattei se habló incluso de suprimir Conamigua. El excanciller Pedro Brolo, cuya gestión transcurrió con más pena que gloria, habló en 2020 de crear un viceministerio del Migrante, que ciertamente habría tenido más interrelación con el sistema consular y con diversas necesidades ejecutivas de esa gran Guatemala fuera de Guatemala. Pero la idea ni siquiera llegó a convertirse en iniciativa, ya sea por dejadez, por improvisación o porque el tema nunca tuvo mayor importancia para esa administración. Existe otra posibilidad: que convenga alargar el dispendio, mantener abierta la gaveta a diputados que necesitan favores o plazas clientelares.
En febrero de 2024 se discutieron en tercera lectura varias “reformas” a la Ley de Conamigua, supuestamente para darle mayores capacidades de acción. No obstante, su pecado original es claro: no es una institución autónoma, es una ensalada de discursos biensonantes, desmentidos por la falta de resultados. Eso sí, le quieren multiplicar el presupuesto con un porcentaje proporcional al ingreso de remesas migrantes. Tal botín sin rumbo ni responsabilidad se aprobó en tercera lectura y quedó varado en el aval por artículos.