EDITORIAL

Desafío de datos y credibilidad

Una figura clave pero a menudo infravalorada en administraciones presidenciales guatemaltecas es la del equipo encargado de redactar los discursos de los gobernantes, la cual a menudo es relegada bajo la creencia de que impone guiones o limita la expresividad política de quien desempeña la primera magistratura de la Nación. No es que un mandatario no pueda o no deba dejar espacio para la reacción espontánea, pero con mucha frecuencia hay frases, palabras, declaraciones que generan polémica, desgastes y confusión precisamente cuando se necesita mayor certeza, confianza y percepción de liderazgo.

Desde que comenzaron los estudios de percepción de los guatemaltecos sobre el coronavirus, elaborados por ProDatos, la aprobación ciudadana al manejo presidencial de la pandemia no ha dejado de caer, desde un 83% de confianza en abril hasta un 46% en agosto, y el ascenso de 6% a 36% de quienes reprueban la gestión. El estudio incluye las causas del desgaste: discontinuidad de medidas, cambios súbitos y poca claridad en la explicación de ciertas restricciones, factores de comunicación claramente prevenibles y que condujeron a un relevo en la Secretaría de Comunicación Social hace apenas dos meses.

Es claro que existen otras variables que diluyen la credibilidad gubernamental, tales como la inexplicable escasez de equipo de protección para personal hospitalario, la falta de medicamentos y los fallos administrativos. Las repetidas y desatendidas solicitudes de audiencia por parte de médicos abonan al juicio crítico de la ciudadanía, en un contexto de hiperconexión comunicacional con todo y redes sociales, que son vía de catarsis para los descontentos, emociones y percepciones.

La credibilidad de cifras de casos, fallecidos y recuperados, que constituyen la piedra fundamental del sistema de semáforo epidemiológico de reapertura, también se ha reducido. Del 56% que en abril confiaba en los datos oficiales, ahora es un 52% de entrevistados el que los ve poco o nada creíbles. El problema de fondo no es el escepticismo ciudadano, siempre sano, lógico e inquisidor, sino la ausencia de explicación racional, factual y oportuna de posibles errores humanos, informáticos o de registro que causaron la distorsión. Una disculpa pública y deducción de responsabilidades en las primeras semanas de confinamiento hubiese ahorrado mucho descrédito.

Es válido señalar que desde la llegada de Amelia Flores como ministra de Salud y del doctor Edwin Asturias como comisionado contra el coronavirus comenzó un proceso para hacer más eficiente el tiempo de entrega de datos epidemiológicos. La dificultad de dirigir una estrategia sanitaria inédita en un país como Guatemala es obvia, tal como el propio Asturias señala, y es precisamente esa la razón estratégica para atajar nuevos frentes mediáticos. Escuchar a los médicos que están en el frente de batalla les dará respaldo. Denunciar a quienes retrasan contratos, incumplen requerimientos o sirven a intereses sectarios dignificará su perfil como funcionarios y profesionales.

Ahora bien, muy distinto es si las frases polémicas o las instrucciones a cuentagotas son una táctica para generar inquietud en la población y distraerla de otros temas torales que se discuten, tal como la maliciosamente rezagada elección de Cortes, pero en tal caso querría decir que la salud, la vida y hasta la misma institucionalidad están en un segundo plano, lo cual entraría ya en situación dolosa.

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