EDITORIAL
Desafío saludable
El deporte es vida, es colaboración, es un conjunto de objetivos, es emoción, es actividad física, es hábito saludable, es desafío personal y también vivencia conjunta que favorece la integración social.
Justo ayer se conmemoró el Día Mundial del Deporte para la Vida y la Paz, instituido por la Organización de Naciones Unidas cada 6 de abril, para recordar el comienzo de los primeros juegos olímpicos de la era contemporánea, en Atenas, en 1896, los cuales se han desarrollado cada cuatro años con el espíritu de sana competencia y constante afán de mejora. De hecho, ya se avizora la próxima edición, en Tokio 2020.
Guatemala posee un importante potencial de jóvenes deportistas en todas las disciplinas, y prueba de ello son recientes participaciones exitosas. No todas reciben el mismo apoyo de la comunidad, aunque este suele desbordarse cuando se consigue alguna medalla, lo cual constituye un poderoso aliciente.
Por otra parte, existen miles de personas aficionadas a alguna disciplina deportiva, de las cuales probablemente las más extendidas son correr y jugar futbol. Prueba de ello son las constantes carreras de fondo y medio fondo que son convocadas, en las cuales suele haber abundante participación, y la vibrante actividad que se registra en canchas de todo el país, ya sea sobre gramilla o terracería, siempre en busca del gol. Tampoco se puede excluir la emoción de encuentros de basquetbol, beisbol y voleibol en canchas de ciudad y provincia, vivencias de trabajo en equipo, apoyo de amigos y familiares o festejo de triunfo, con aplicación de reglas iguales para todos.
No vamos a entrar a detallar los múltiples inconvenientes que han traído al balompié nacional —y también a otras disciplinas— la avaricia, el egocentrismo y la prepotencia de determinados dirigentes que llegan a anclarse en los puestos, en detrimento de una mayor participación y a costa del desarrollo de las disciplinas, que quedan privadas de renovación y transformación. No está demás mencionar a aquellos que han lucrado con su voto en ámbitos internacionales y que, en algunos casos, han tenido que enfrentar a la justicia.
La ONU considera el deporte como un importante facilitador del desarrollo sostenible, porque fundamentalmente promueve la tolerancia, el respeto y la equidad, empodera a mujeres y jóvenes, así como a personas con capacidades diferentes.
Aun así, a pesar de este alto potencial de superación colectiva, los escenarios deportivos se han convertido, lamentablemente, en espacios para el insulto a los rivales, a menudo con adjetivos sexistas, racistas o denigrantes. También se dan agresiones contra equipos cuando estos triunfan como visitantes, un triste espectáculo que obedece a infiltración de fanáticos extremistas, delincuentes o personas con otro tipo de conflictos ajenos a la actividad deportiva, que solo ponen en vergüenza a sus municipios. Si bien constituyen una minoría frente a quienes admiran el espectáculo, celebran la victoria o toman las derrotas como un aprendizaje para poder encontrar nuevas formas de excelencia, las conductas violentas han alejado a las familias de los estadios. Hacer que vuelvan para divertirse sanamente debería ser un desafío prioritario.