EDITORIAL

Educación productiva

Ahora resulta que ciertos empleadores discriminan a egresados universitarios que obtuvieron el título durante o justo después de las suspensiones de clases presenciales por la pandemia, por dudas acerca de la calidad de la instrucción recibida a distancia o en modelos híbridos, según una reciente encuesta. Ello constituye una generalización injusta, no solo por el prejuicio implícito, sino porque fue una circunstancia global de la que no escapó la educación. Sin embargo, pese a todas las limitaciones, trajo una renovación de metodologías, tecnologías y hábitos que previos intentos no lograron.

Por fortuna, esta falta de confianza en la capacidad del talento profesional joven del país no ocurre en todos los sectores ni en todas las empresas. Es comprensible que las compañías quieran contar con los mejores perfiles para sus líneas de trabajo, pero tampoco es nada nuevo que buena parte del desarrollo de capacidades y descubrimiento de nuevas habilidades ocurre en el ejercicio laboral, con todo y tareas extra, disyuntivas, imprevistos, desafíos éticos y retos de liderazgo en entornos reales a menudo inéditos.

En todo caso, para anticiparse a estos escenarios, la escolaridad a nivel de secundaria y, sobre todo, de diversificado, debería tener puntos concretos de conexión con el quehacer productivo en diversos órdenes. Conferencias de profesionales a estudiantes, pasantías vacacionales o redireccionamiento de asignaturas con enfoque en intereses vocacionales podrían ser alternativas que generen nuevas actitudes y aptitudes. El modelo alemán de educación dual, por ejemplo, se basa en una combinación de clases teóricas y desempeño de un trabajo a tiempo parcial remunerado en el área de interés.

Fue un concepto parecido el que dio origen al concepto de los institutos vocacionales, muchos de los cuales siguen funcionando, aunque con fuertes limitaciones en equipamiento y actualización de tendencias productivas. Así también, en un plano de especialidades industriales diversas, el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad (Intecap) imparte numerosos cursos destinados a campos de acción muy concretos para desempeñarse en un empleo o en un emprendimiento.
Más allá de los nombres y las habilidades exigidas en este momento, el perfil de desempeño productivo continuará en evolución. Sí, hoy existe fuerte demanda de personal que domine conceptos de mercadeo digital, que sepa comunicarse efectivamente a través de redes sociales para la venta y provisión de bienes y servicios o para el seguimiento de necesidades y perfiles de audiencias y potenciales clientes.

El uso de herramientas informáticas, en constante cambio y competencia, es clave en la formación. Sin embargo, subyace la necesidad de cultivar aptitudes clásicas de la dinámica humana y el aprendizaje constante: la comprensión lectora, la redacción clara, la expresión verbal en público, el trabajo cooperativo y la toma de responsabilidades. Todas pueden estimularse en el aula pero trascienden a estos espacios. En la propia familia y en la empresa se puede fomentar la lectura literaria o científica, se puede y debe animar la expresión de ideas y sentimientos, se puede y debe exaltar el valor del éxito en equipo, sin dejar de justipreciar la creatividad individual.

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