EDITORIAL

El esfuerzo por avanzar pese a la adversidad

Nadie los celebra como próceres o héroes. Ni pretenden serlo. Sus nombres no necesariamente trascienden, pero su esfuerzo sí y a menudo va más allá del propio beneficio. Puede que muy pocos sepan su identidad y ello se debe al temor de llegar a convertirse en blancos de la delincuencia o de las simples críticas estereotipadas que muchos profieren por prejuicio o ignorancia.

Sobre sus hombros y sobre sus horas de trabajo descansa la continuidad de plazas de trabajo que dan el sustento a familias completas; su esfuerzo permite la prestación de bienes y servicios competitivos; sus ventas diarias, semanales y mensuales representan ingresos para el fisco, es decir para el país. Pero nadie los celebra ni los elogia. Cierto, tal aporte tributario es obligatorio, pero también estratégico. Son los empresarios honestos, quienes con las vicisitudes de la pandemia mantienen en marcha la economía.

Hay algunas tendencias de consumo que se han visto empujadas con la actual crisis, pero así también hay áreas cuyo mercado parece un desierto. Entre ellas se encuentran las empresas de todo el abanico turístico, que padecen la escasez de visitantes a diversas localidades del país. Baja ocupación hotelera, reducida demanda de servicios complementarios, limitada afluencia de visitantes a lugares que otrora eran concurridos. La esperanza es que retornen en 2021, pero las necesidades son apremiantes ya. Así que no son pocos los empresarios que se las ingenian para diversificar su oferta y variar el giro de sus negocios para poder sobrevivir. Sin perder su esencia buscan generar un entorno seguro y brindar una experiencia positiva para poder ganar tiempo y llegar a la otra orilla.

Es una lección de valentía, perseverancia y fe la que brindan lugares de hospedaje, parques, turicentros y pequeños restaurantes de provincia que luchan por seguir abiertos. Unos se inclinan por el servicio a domicilio, otros por el ecoturismo; los hay dedicados a elaborar conservas de frutas o aderezos, u organizando el trabajo de artesanos locales. Las experiencias varían y no todas son exitosas, aunque sí ejemplares. Se afanan en seguir con las puertas abiertas, quizá con un equipo reducido de empleados y la meta fija de recuperarse.

Es evidente que los programas de asistencia del Gobierno fueron insuficientes y además deficientes: se otorgaron bonos a empresas que no estaban al día, hubo retrasos en desembolsos, errores y engorrosos trámites. Este desfase llevó a muchos desempleados a emprender pequeños negocios, a menudo en territorio de la informalidad, que por su propia naturaleza tiene limitaciones de crecimiento. Aun así es loable el espíritu de lucha que lleva a esperar muy poco de un Estado anclado en sus propios laberintos burocráticos y clientelismos desfasados.

Urge una nueva política de competitividad e incentivos que contribuyan al despegue de ideas nacientes, incluidas las que surgen en el entorno digital. Urge una Superintendencia de Administración Tributaria enfocada en combatir el contrabando y no en acechar maletas de viajeros en el aeropuerto. Se necesita una agenda económica legislativa moderna que sería mucho mejor que los discursos demagógicos al aprobar préstamos. Mientras tanto, el empresario, la empresaria, vuelven a abrir hoy la puerta de su negocio, a atender bien a sus compradores, a preparar los pagos para nueva mercadería o nuevo equipo de trabajo que vendrá en 2021, con la vista puesta en un porvenir mejor y sin que nadie le dé nada regalado.

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