EDITORIAL

El Parlacén ante nueva tormenta

La integración centroamericana ha sido uno de los anhelos de más larga data de buena parte del istmo centroamericano y es innegable, ante un mundo que cambia a velocidades nunca vistas, la necesidad de afrontar de manera conjunta retos estratégicos que van más allá del comercio y la vital atracción de inversiones, sino una integración que permita un desarrollo caracterizado por un crecimiento vigoroso, estable, democrático, incluyente y sostenible para todos los centroamericanos.

El Parlamento Centroamericano (Parlacén) es una instancia que, según su acta constitutiva, debe trabajar para el planteamiento, análisis y recomendación sobre asuntos políticos, económicos, sociales y culturales de interés común, así como impulsar y orientar los procesos de integración y la más amplia cooperación entre los países centroamericanos, además de proponer proyectos de tratados y convenios a negociarse entre los países del área que contribuyan a la satisfacción de las necesidades del Istmo.

Aunque el Parlacén nació con buenas intenciones, el principal problema es su efectividad, pues, a diferencia de otros entes regionales similares, sus resoluciones no son vinculantes y la única forma de revertirlo es que los presidentes de sus países miembros —República Dominicana, Panamá, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala— decidan cambiar las reglas.

Otra de las históricas críticas a este organismo es que, porque su misma acta constitutiva lo permite, se convirtió en un club para que se reúnan y entablen amistad los expresidentes de los países miembros, quienes van a gozar de los mismos beneficios que obtienen los diputados que son electos de manera popular en los seis Estados que lo integran.

Esa situación le resta al Parlacén cada vez más credibilidad y apoyo de parte de la población, pues los hechos demuestran que es utilizado como una forma de garantizar inmunidad. Es más, en el 2009, cuando Ricardo Martinelli tomó posesión como presidente de Panamá, dijo que ese organismo era una “cueva de ladrones”, pero en el 2014, cuando todavía se celebraban los actos de investidura de su sucesor, corrió para ser juramentado en el ente regional y evadir en su país una persecución penal en su contra por corrupción y otros delitos. Junto a este se podrían citar otros ejemplos de exmandatarios de la región.

Hasta ahora esa ha sido la juramentación más rápida de la historia del Parlamento, pero todo apunta a que el próximo 14 de enero se logrará una nueva marca, gracias a ocultas negociaciones políticas entre la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y el oficialista Frente de Convergencia Nacional (FCN), dos de los partidos políticos más cuestionados por los guatemaltecos, por sus gestiones al frente del Ejecutivo, que permitirán que los actuales mandatarios puedan evitar una eventual persecución penal en su contra.

Cuando los objetivos de una institución se pierden, y sus propias reglas empiezan a causarle desgaste y lo deslegitiman ante la población, es esta la que debe organizarse y adoptar un papel protagónico en la exigencia de cambios que en verdad permitan que los organismos sean de beneficio para la ciudadanía, sobre todo cuando las circunstancias y la realidad global exigen unidad y los centroamericanos necesitamos ser vistos como un bloque, con mecanismos institucionales serios que conlleven a fortalecer el diálogo con las potencias mundiales, el desarrollo y la democracia en el Istmo.

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