EDITORIAL

El terremoto, 45 años después

“Nuestro dolor, el dolor nacional, dolor y angustia de la patria en la dura prueba a que las potencias inescrutables de la naturaleza han sometido a Guatemala, es realmente inenarrable. No hay mente capaz de captar, ni pluma suficiente que pueda describir, en su exacta fidelidad, la extensión y profundidad de los estragos causados aquí en la capital y en numerosos pueblos de la república, por el terremoto de la madrugada del miércoles”.

Así empezaba el editorial de Prensa Libre del 7 de febrero de 1976, en la primera edición que este diario logró publicar luego del terremoto de 7.5 grados ocurrido el 4 de febrero de 1976 y del cual se cumplen hoy 45 años. Fue la tragedia natural más grande que ha azotado a Guatemala, causó la muerte de casi 23 mil personas y heridas a 76 mil, más de 25 mil viviendas destruidas y 1.2 millones de pobladores sin hogar, además de afectar a una tercera parte del país, como consecuencia del corrimiento de la falla del Motagua, una de las tantas que cruzan el territorio nacional.

Testimonios e imágenes que documentaron ese hecho, que aún permanece en la memoria de la población guatemalteca mayor de 45 años, dan cuenta de que el país parecía un territorio en guerra. Familias completas viviendo en la calle, niños que rescataban a sus mascotas y amas de casa tratando de recuperar algo de sus pertenencias entre los escombros. La mayoría de viviendas se desmoronó, por la fragilidad de su estructura, pues en ese tiempo la construcción era de adobe, material hecho de barro. Según las estadísticas, la migración del campo a la capital fue altamente sensible y la ciudad de Guatemala se fue llenando de asentamientos humanos; la mayoría ocupados por personas que migraron de los departamentos.

Lo ocurrido en esa triste fecha, el terremoto y sismos sucesivos, siempre con saldos lamentables, así como las lecciones aprendidas a lo largo de los últimos 45 años, deben mantener a los guatemaltecos enfocados en una mayor cultura de previsión en todos los ámbitos, sobre todo el estatal, privado, profesional y académico. De esa forma se logrará una conciencia pública de prevención que debe ir acompañada de políticas que ayuden a minimizar el impacto de los inminentes desastres naturales a los que este país está expuesto.

Voces expertas como la de la Asociación Guatemalteca de Ingeniería Estructural y Sísmica (Agíes) han lanzado a lo largo de los últimos años alertas que no deben ser desatendidas por las autoridades y por la población en general, pues, como bien advierten, los desastres se presentan repentinamente, pero en realidad los incubamos de manera progresiva y solo pueden atajarse con prevención permanente y socialización de las causas. También han resaltado la necesidad de conocer lo básico sobre el amplio catálogo de amenazas naturales en Guatemala y sobre cómo se puede proteger la sociedad de ellas. Por esa razón, afirman, hay que entender cómo puede uno mismo reducir los riesgos derivados de esas situaciones.

Aunque 45 años después hay avances significativos, especialmente en la iniciativa privada, en campos como la edificación de altura y en serie, aplicar y supervisar los marcos regulatorios, además de una correcta planificación en los terrenos de mayor riesgo, continúan siendo un desafío tan enorme como la implementación de una verdadera cultura de prevención en las nuevas generaciones.

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