EDITORIAL

Exhibición fehaciente del mal estado vial

Las caídas, las lesiones y las notorias dificultades al paso de ciclistas nacionales e internacionales que compiten en la Vuelta a Guatemala son un reporte directo, extenso y elocuente del mal estado vial por el que vamos los guatemaltecos a diario. La propaganda oficial nunca alcanzará para cubrir los tramos inconclusos, baches que cumplen años sin reparación, mediocres recapeos sin señalización y líneas de señalización pintadas sobre pavimento viejo para aparentar renovación, una práctica mañosa en la cual también incurren varias comunas.

La caravana multicolor, como se le llama cariñosamente al grupo de deportistas en competición, ha tenido que atravesar varios rellenos de terracería y áreas de trabajos en proceso. Pero miles de conductores de vehículos, incluyendo motocicletas y bicicletas, se enfrentan a diario desde hace meses al riesgo que entrañan tales hundimientos, grietas, agujeros y tramos plagados de cráteres.

En cada época electoral suelen agilizarse algunos de estos proyectos, con afán propagandístico y no estratégico ni logístico, con dudosa calidad que usualmente queda al descubierto con las primeras lluvias, y si no, basta con ver el fiasco heredado del período anterior con el libramiento de Chimaltenango, inaugurado a toda prisa bajo disfraz de supervisión y con paseo presidencial en auto convertible. El fin era impulsar la continuidad oficialista. Y ni siquiera la tal supervisión fue efectiva. El país tiene allí un monumento a la mediocridad, que por cierto aún no entra a juicio para dilucidar y penalizar responsabilidades. Pero no es el único adefesio de tal tipo, el puente Canchó, en Quiché, costó Q12 millones. Fue inaugurado en julio de este año, y un mes después tenía daños que obligaron a su cierre.

Son magros los resultados de otro adefesio denominado bajo el rimbombante nombre “Ley para Fortalecer el Mantenimiento y Construcción de Infraestructura Estratégica”, mediante el cual se intentó disfrazar el botín de Q3 mil 191 millones que la alianza oficialista se recetó para obra electorera. La supuesta meta era “recuperar” 14 carreteras, entre ellas tres rutas “centroamericanas”. Los parches desarrollados son insuficientes, lentos y de poca calidad. Ejemplos de tal ineficiencia se pueden ver en la carretera de la Costa Sur, en donde se recapearon tramos que siguen sin señalizar y que son auténticas trampas nocturnas, o la carretera hacia Huehuetenango y frontera con México que padece el mismo abandono desde hace más de mil días y que va por más.

El actual ministro de Comunicaciones, que ni siquiera tiene el título de ingeniero, dijo desconocer, cuando se aprobó la mencionada ley, la lista de obras incluidas, y parece que así sigue. Entretanto, la ciudadanía productiva continúa pagando con retrasos y daños en sus vehículos el impacto de tan malos caminos. Valga señalar que en su publicidad electoral el actual mandatario ofreció “cero baches” en carreteras en sus primeros cien días, y eso que tuvo en el frenazo de la pandemia el mejor tiempo para haber efectuado una obra sin precedentes. Pero no se hizo.

Por otro lado, la voracidad de diputados y contratistas quedó a la vista cuando aprobaron el botín vial, en lugar de darle paso a la Ley de Infraestructura Vial que podría abrir paso a nuevos modelos de contratación y supervisión de obras, sin ruidos clientelares y con plenos poderes de exigencia para el Estado. Pero poco les importa el deterioro de las carreteras, y la vuelta ciclística es la más objetiva vitrina de tan dolosa indiferencia hacia la necesidad ciudadana y hacia la competitividad logística.

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