EDitorial
Falta consolidar sistema de seguridad integral
La formación policial necesita pasar de la cantidad a la calidad.
La hidra era una perversa bestia en la mitología griega que habitaba en el pantano de Lerna, un lugar inhóspito donde existía una entrada al inframundo. Por cada cabeza que le cortaban, le crecían dos. Pero fue derrotada por Hércules, ayudado por su sobrino, quien cauterizaba la herida después de cortar cada cabeza. En la realidad existen otras hidras y la simbología de esta criatura evoca esos problemas complejos que al tratar de cortarlos dejan a luz otros que no se veían antes. Y para el caso guatemalteco, finalizando con la metáfora, el azote de las extorsiones, dirigidas desde prisiones o perpetradas por imitadores, son una amenaza de muchas cabezas, o más bien cabecillas.
La comunicación celular, primero, y luego por internet, dos ventajas de la sociedad actual, fueron pervertidas por criminales para convertirlas en amenazas, exacción e incluso muerte. A lo largo de dos décadas, este flagelo se ha extendido no solo en las prisiones del país, sino, en ocasiones, también entre familiares de reclusos, ya sea como mandaderos, cómplices o sicarios. Más cabezas agresivas. El paso de ministros de Gobernación simplemente ineptos o incluso corruptos juzgados y condenados sin duda ha tenido en el Sistema Penitenciario un inframundo de abusos, arbitrariedades y muerte de ciudadanos.
Según cifras del Ministerio de Gobernación actual, en seis meses se han efectuado 85 requisas a centros carcelarios; estadísticamente son dos diarias, y sin embargo las extorsiones siguen, los centros de mando rotan y en el siguiente cateo se vuelven a encontrar celulares, chips, terminales de internet y listas de víctimas. Van 950 capturas por extorsión, mas procesos contra pandilleros ya detenidos. Pero si las cárceles siguen siendo guaridas con comida gratis, ¿cómo se acaba con esa hidra?
Siguiendo el símil mitológico, se debe cauterizar el riesgo: implantar un régimen de orden y exigencia en cárceles, que comience por los propios guardias; las visitas deben regirse por niveles de peligrosidad y reincidencia de los reos; las conversaciones deben ser monitoreadas y los registros de visitantes deben formar parte de los datos del sistema de inteligencia. El proceso de remodelación de la cárcel El Boquerón debe acelerarse para comenzar los traslados pertinentes. Si hay fallos improcedentes de jueces a favor de reos, para evitar su encierro o para autorizar falsos procedimientos médicos, se deben hacer públicos los reportes. Pero para eso se necesita un liderazgo fuerte, visible y coherente.
Vale decir que las cifras totales de muertes violentas se han reducido en relación con el mismo período de años anteriores; diputados de oposición, de gobiernos anteriores, que tenían peores cifras, hoy esperan la interpelación del ministro de Gobernación para dar una exhibición de interés por la seguridad pública. Está bien. Entonces no desaprobarán la reubicación de agentes policiales dedicados a cuidar a unos cuantos legisladores para pasar a servir a los ciudadanos. Al contrario, exhortarán a liberar más recurso humano para la seguridad reactiva o preventiva. También vale la pena revisar la política, costos y beneficios de retenes o de puestos “interinstitucionales” sin tecnología.
La formación policial necesita pasar de la cantidad a la calidad; el anterior gobierno redujo el tiempo de capacitación y la PNC devino más en agencia de empleo que en la institución medular de la seguridad. Falta aún corregir eso y fijar lineamientos de la carrera policial y penitenciaria con visión de Estado, lo cual requiere de voluntad ejecutiva, legislación pendiente y recursos públicos.