EDITORIAL

Fortaleza familiar

Si algo ha sido puesto a prueba en los difíciles días de la emergencia es la unión de las familias, nucleares y extendidas; hay casos de comportamientos sanitariamente responsables desde el comienzo de la crisis y también descuidos que han causado contagios múltiples, los cuales a su vez han tenido, lamentablemente, fatales desenlaces. Y aun así el amor, la abnegación y el cuidado mutuo entre seres queridos continúa siendo uno de los grandes recursos contra la pandemia.

En múltiples grupos familiares resulta sorprendente descubrir que los más pequeños de la casa están entre los que más atención ponen a los consejos de higiene para prevenir la propagación del virus. Quizá puede argüirse que los niños no tienen compromisos laborales o responsabilidades económicas, pero cabe observar en ellos que su enorme curiosidad y deseo de aprender es lo que los convierte en receptores eficientes, mas no pasivos, puesto que preguntan, dibujan y animan a los mayores a cuidarse.

Los adultos mayores, la sabiduría presente en el hogar, si bien se encuentran entre los grupos más vulnerables ante una eventual infección, poseen la prudencia de los años y el optimismo de quien ya ha superado pruebas de otras etapas históricas difíciles. Muchos de ellos aún deben laborar, a falta de un seguro social universal, y por ello las medidas de contención han golpeado sus ingresos, sin que hasta el momento exista una previsión de ayuda económica del Gobierno. Aún así, esto no los amilana ni reduce su ánimo vital, que es ejemplo para las generaciones más jóvenes de la casa.

La preocupación de generar sustento y proveer alimentos es, sin duda, una de las causas de las recientes aglomeraciones en mercados, tiendas de barrio y cajeros automáticos; sin embargo, una responsabilidad no es excusa para incurrir en riesgos de exposición a contagio debido a un exceso de confianza o a la suposición displicente de que nadie alrededor es portador del coronavirus, algo que a simple vista no se puede asegurar. En algunos casos, grupos familiares completos salen a hacer compras, como si se tratara de un feriado común en el cual no existiera una amenaza general a la salud.

Mantener la serenidad, atajar el pánico y actuar con responsabilidad personal, familiar y comunitaria son actitudes propias de personas adultas, que saben regirse por el marco de la legalidad y también por principios de moral social, un campo en el cual entran el brindar un buen ejemplo de prudencia a los hijos, actuar con caridad hacia el prójimo y vivir en consonancia con el credo religioso que se profese.

La familia es el gran bastión de los valores guatemaltecos, pero ello no se refiere a mojigaterías o fanatismos, sino a acciones concretas coherentes que, en el contexto de la pandemia, balanceen los protocolos de bioseguridad y las necesidades cotidianas. Padres, madres, cónyuges, hijos, nietos, abuelos, bisabuelos, tíos, primos y demás parentescos deben constituir una red de comunicación asertiva, dentro y fuera de Guatemala. Internet, cuyo día mundial se conmemora hoy, es ese aliado tecnológico que debe utilizarse para reducir la difusión de rumores, recalcar las prácticas de higiene y monitorear, con un afecto inigualable, el bienestar de todos sus integrantes. Las familias unidas deben ser una barrera y no un puente para la enfermedad que hoy acecha en tantos lugares.

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