Editorial

Guatemala 500

El 11 de abril de 1524, el conquistador español Pedro de Alvarado anotó dos veces esta palabra en una carta enviada a Hernán Cortés.

Esta semana tuvo lugar, en el inexorable camino del tiempo, una efemérides que para unos podría ser significativa; para otros, polémica; y quizá para algunos más solo parte de la historiografía: el primer registro escrito del nombre Guatemala. El 11 de abril de 1524, el conquistador español Pedro de Alvarado anotó dos veces esta palabra en una carta enviada a Hernán Cortés, quien lo había enviado a colonizar este territorio. El nombre como tal es el que indígenas mexicanos le daban a este lugar: Quauhtemallan; es decir, lugar de árboles, según una de las teorías etimológicas más aceptadas.


En efecto, se hacía alusión a Iximché (“árbol de maíz”), capital del señorío kaqchikel, utilizando el término que le daban sus guías. Así nació hace 500 años y para la posteridad el nombre Guatemala, cuyo significado más importante no es el etimológico, sino el que cada guatemalteco le provea, a través de su trabajo, esfuerzo, talento y creatividad. Ser una nación multicultural y plurilingüe tiene ese potencial dinámico, y la conmemoración de medio milenio debe invitar a la valoración.


Sí, a lo largo del devenir de medio milenio hay situaciones controversiales, sucesos violentos, abusos, errores y también causas de posibles resentimientos, pero prácticamente no hay país cuyo origen y evolución esté exento de pugnas, heridas o desencuentros. Pero también existen grandes avances, aportes personales y colectivos brillantes, grandes valores nacionales subyacentes que invitan a la unidad y a ver las diferencias como una oportunidad constante de mejora. Guatemala es un crisol de elementos prehispánicos, coloniales, republicanos y democráticos; de identidades y visiones del mundo, en un entorno multiclimático dotado de enorme riqueza biológica y geográfica. Es más lo que nos integra que lo que nos distancia.


Los 500 años de este nombre son una invitación a asumir con dignidad, orgullo y alegría la existencia de este territorio habitado por gente laboriosa, de proverbial hospitalidad y generosidad muchas veces demostrada, sobre todo ante la dificultad. “Salve, dulce Guatemala, salve”, escribió el poeta Rafael Landívar desde su exilio, a donde se llevó la patria en el corazón.


Millones de guatemaltecos han salido en busca de mejores oportunidades a otros países, especialmente Estados Unidos. Paradójicamente, allá, en la lejanía, late con mucha fuerza su vínculo con este país, en donde dejaron familia, amigos, vecinos, recuerdos. Así también, aquí hay millones de compatriotas esforzándose en diversos campos.


Los pueblos maya, garífuna, xinca y ladino coexisten, contribuyen y prolongan tradiciones, nexos e indicadores culturales, y en esa dinámica han generado una historia, un patrimonio histórico y una vivencia única en el mundo.

Guatemala se escribió por primera vez en 1524 y en este año, 2024, sigue adelante, enfrentando los desafíos globales de competitividad y también los lastres indeseables como la corrupción, el clientelismo o la polarización que algunos intentan inducir con aviesos propósitos. Y sin embargo, Guatemala sigue adelante. Así lo cantan decenas de canciones y de poemas; así lo proclaman, con acciones, brillantes intelectuales, deportistas, artistas, empresarios, científicos, profesionales, productores agrícolas, exportadores, benefactores nacidos en esta tierra del quetzal.

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