EDITORIAL
Heroísmo familiar
Estamos en días de añoranza, de evocación luctuosa, de pesar compartido ante dolorosas ausencias. Sin embargo, este contexto permite afirmar que en las mayores adversidades el mejor bastión para resistir los embates de la dura realidad sigue siendo la familia unida: crisol de valores que se hacen acción, núcleo de seres amados que nace a partir de la unión de un hombre y una mujer, que fructifica en los hijos y en ellos vuelve a repetir un ciclo, ojalá cada vez mejor desarrollado con base en experiencias, aprendizajes, errores y perdones.
Las dinámicas humanas son a veces amargas: la convivencia de pareja enfrenta incompatibilidades, actitudes negativas, adicciones y precariedades económicas. Sin embargo, existen familias en las cuales padres, abuelos y bisabuelos han pasado penurias y continúan juntos, sólidos, indestructibles, gracias a una convicción fundamentada en el amor, el respeto, la tolerancia y la aceptación de las limitaciones de todo ser humano. En todo caso, nada es eterno y es la muerte la que a veces pone fin a una vida de afecto.
Hoy presentamos en nuestra pieza central las sentidas palabras de 21 guatemaltecos que manifiestan su hondo pesar, profunda nostalgia e infinito amor por familiares que fallecieron este año, víctimas del coronavirus. Hay parentescos de todo tipo y se deducen las variaciones de edad entre quienes expresan su duelo. Pero tienen algo en común: el testimonio de convivencia familiar, de ejemplos positivos y realidades compartidas en el plano temporal.
Bien se puede afirmar que no existe mejor homenaje póstumo que vivir en el corazón de los seres amados, para quienes las cotidianidades, las rutinas, los sencillos actos del día a día se tornan en proezas extraordinarias en la memoria. De hecho lo son, en un mundo que a veces parece deshumanizarse en medio de un bombardeo de música urbana desprovista de mensajes edificantes o de la pobreza intelectual reflejada en triviales y olvidables microvideos expuestos en ciertas redes sociales que han dejado de lado cualquier responsabilidad didáctica y se dedican únicamente a explotar el ocio, el morbo y modernidades cuestionables.
En Guatemala hay tantos abuelos, tíos e incluso hermanos que han adoptado el papel de padres ante el deceso de uno o ambos progenitores de niños que necesitan amparo. Se trata de un gesto noble, de amor verdadero, que marca el futuro de una forma profética, ya que se demuestra en el tiempo presente, a pesar de todas las incertidumbres. El valor de la familia y su importancia para el desenvolvimiento de una mejor sociedad debe ser exaltado y defendido, pero no como parte de agendas farisaicas de políticos que solo buscan posicionamiento publicitario.
El amor del hombre que es capaz de quitarse un pan de la boca para dárselo a su hijo o que dona un riñón a una hija enferma, el amor de una madre soltera que desea inculcar en sus retoños el respeto, la responsabilidad y el sentido del esfuerzo, constituyen hitos silenciosos. Hay que recuperar la valoración de las cosas pequeñas, de los madrugones para ir al trabajo o de la mano paciente de la abuelita que toma la mano del niño para ayudarle a trazar sus primeras letras, esos y muchos más gestos heroicos que trascienden a la muerte y hacen patria.