EDITORIAL

Indiferencia es complicidad

En las últimas semanas han sido recurrentes las alertas de incendios forestales, de diversa dimensión, en los cuatro puntos cardinales del país. El origen de tales siniestros radica en rozas agrícolas fuera de control, fuegos en basureros y quemas deliberadas para intentar forzar la colonización de áreas protegidas, lo cual constituye un verdadero crimen contra todos los guatemaltecos.

Existen indignadas voces individuales e institucionales que claman por esfuerzos redoblados en favor de la conservación de las zonas ricas en biodiversidad, que constituyen un auténtico tesoro nacional y mundial en una época en la que tal recurso se encuentra en retroceso debido a los embates de quienes en su escasa inteligencia apenas alcanzan a valorar su vital importancia. También existen mentes perversas que lucran con maderas preciosas extraídas ilícitamente, un tráfico indignante que golpea la conservación ecológica y se roba el futuro climático de las nuevas generaciones.

En este punto es donde entra la efectiva acción y dirección de las fuerzas de seguridad del país, incluyendo al Ejército, cuya misión es velar por la integridad del territorio nacional. La porosidad de las fronteras del país, sobre todo en la región norte y occidente, no solo las ha convertido en sitio de trasiego de personas, drogas y mercancías, sino también en perfecto edén para el saqueo de maderas, un negocio ilegal y altamente lesivo cuyo combate debería ser una prioridad para este gobierno, que reiteradamente usa un discurso de soberanía.

Mañana, 22 de abril, se conmemora el Día Mundial de la Madre Tierra, instituido por la ONU en el 2009, pero cuya celebración se promovió desde décadas atrás como un esfuerzo de crear conciencia sobre la necesidad de cuidar el planeta, la “casa común” como la denominó el papa Francisco en la encíclica Laudato Si, del 2015.

La conservación de bosques no es el único aspecto relativo al cuidado del medioambiente, puesto que Guatemala tiene grandes retos en cuanto a la disposición de aguas servidas y basura. Desafortunadamente, por décadas, ríos, lagos y mares han sido los repositorios de miles de toneladas de desperdicios. Aunque en la última década se han emprendido mayores esfuerzos para recolectar desechos a través de retos promovidos por redes sociales. No obstante, subsiste el gran desafío de origen: que el ciudadano ya no tire envoltorios o envases plásticos en calles y carreteras, que los niños y jóvenes ya no toleren desperdicios en playas o campos, que las industrias sigan el ejemplo de las que ya implementan planes amigables con el ambiente.

Afortunadamente, ya hay muchos guatemaltecos conscientes de las consecuencias del problema ecológico. No es que en el país no haya fuentes de agua. Existen. El problema es que el 90% de las mismas está contaminado, una ingrata herencia para las generaciones venideras. Llega el momento de las grandes decisiones, y no debería haber candidato presidencial, edil o legislativo que no tenga una propuesta respecto del cuidado ecológico. Si en efecto carece de ella, es un factor más para no considerar opciones políticas divorciadas de una de las más apremiantes realidades nacionales y globales.

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