EDITORIAL

Inflexibilidad precipita polémica votación

Detrás y debajo de toda guerra siempre hay odios, extremismos, víctimas inocentes y también conveniencias ocultas.

Detrás y debajo de toda guerra siempre hay odios, extremismos, víctimas inocentes y también conveniencias ocultas. En el camino de la violencia se pierde la humanidad y hasta la empatía surgida de las afrentas sufridas. Es bien sabido que el Estado de Israel ha estado rodeado de adversarios y vive en permanente alerta defensiva desde su creación en 1948, y ello lo ha convertido en una potencia militar. El gran estratega militar israelí Moshé Dayan, quien dirigió la victoria de la guerra de Yom Kippur en 1967, dijo alguna vez: “Israel no tiene política exterior, solo una política de defensa con implicaciones internacionales”.

Así lo ha mostrado su historia y se ha refrendado con la invasión de fuerzas israelíes sobre la Franja de Gaza, territorio de la Autoridad Palestina, bajo dominio del partido radical islamista Hamás desde el 2007, cuando desplazaron al partido Al Fatah. La incursión surgió en respuesta al brutal ataque terrorista de Hamás contra ciudades israelíes el 7 de octubre del 2023. La barbarie es innegable y aún están retenidos unos 200 rehenes, presuntamente vivos. El hallazgo de búnkeres debajo de hospitales, edificios residenciales y escuelas denotan total cobardía de los terroristas por usar a inocentes como escudo.

Sin embargo, la ofensiva ordenada por el primer ministro Benjamín Netanyahu se ha prolongado ya por más de siete meses, incluyendo bombardeos indiscriminados e incluso “accidentales” que han causado cientos de muertos y miles de heridos, entre ellos mujeres, ancianos y niños. Los repetidos pedidos de alto al fuego han sido desoídos por Netanyahu. Ayer, en la ONU, se aprobó por votación la posibilidad de crear un Estado palestino. Estados Unidos vetó la propuesta, que logró 146 votos.

Antes del 7 de octubre del 2023, Netanyahu y su partido ultraderechista Likud enfrentaban protestas ciudadanas debido a su intento de copar el organismo judicial, lo cual rompería el balance de poderes. Subyace a esta acción un proceso por supuesta corrupción iniciado en el 2020. La agresión de Hamás develó vulnerabilidades en la seguridad fronteriza, pero la guerra le vino bien para conjurar cualquier intento de elecciones anticipadas, apelando a la defensa. Pero el alto costo humanitario de su ofensiva ha socavado apoyos y en su afán de subyugar a los palestinos les consiguió paradójicamente un apoyo sin precedentes.

El costo económico para la ciudadanía israelí es alto, puesto que desde octubre quedó prácticamente varado el turismo internacional, una de sus principales fuentes de ingresos. Observadores y analistas trazaron tres escenarios: una lenta retirada de Israel para proseguir con operativos de seguridad en menor escala o un recrudecimiento de las acciones, que fue lo ocurrido. En 1948, Guatemala votó a favor de la fundación del Estado de Israel, y en la votación de ayer apoyó la moción a favor de Palestina. La comunidad judía en el país repudia la decisión reciente y lo considera una “traición”. Ciertamente, la banda Hamás no merece una confianza pública, dadas sus acciones y declaraciones de odio hacia los israelíes, para lo cual han tenido el respaldo de facciones integristas y países como Irán, en donde la intolerancia pulula; no obstante, también hay que observar cómo una postura intransigente contribuyó a precipitar esta coyuntura. Por eso, el secretario de Estado de EE. UU. Henry Kissinger parafraseó alguna vez a Dayán diciendo: “Israel no tiene política exterior, solo rivalidades de política doméstica”. Por supuesto, con impacto global.

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